jueves, 27 de junio de 2013

¡Tan sólo, renglones cortos…


Martyr in the catacombs (1886)
De Jules Cyirille Cavé



Solo escribo,  trazo y expreso
en renglones cortos,
con letras de la utopía,
con sabor,
tan solo con sabor a poesía,
simulacros de versos,
de amarguras y lamentos repletos.

Porque yo soy  la voz que grita
dando  clamor a las voces apagadas de los muertos,
por ser su narradora,
la cronista,
la rapsoda de leyendas,
del deploro de las almas, de las heroicidades del cuerpo,
aunque sin liras acompañantes,
ni  música que corteje  mis renglones cortos,
ni al recital de los versos.

Porque me comprometí con cada uno de ellos,
de los olvidados,
para que dejen de ser olvido,
y  yo los convierto en presentes,
en el tiempo presente del verbo.

Porque soy su confidente, y me relatan en renglones cortos,
cada uno de los versos  repudiados
por los versos del poema,
por la lírica,
por los padres de las palabras bellas,
por los que dicen bonito
en cada renglón corto,
con medida, tiempo y rima.

Porque no soy poeta,
aunque escriba en imitaciones de verso,
porque tan solo transmito el gemido,
la súplica y el clamor
de cada uno de los muertos,
¡hasta de los muertos en vida!,
de todos los muertos sin alma, de todos los de sin conciencia
de pasiones retorcidas repletos,
deseosos por gritarle al viento su grito que impregnen el firmamento,
porque  yo solivianté sus voces, con mi manejo en renglones cortos,
porque les di alas a cada una de sus letras,
a cada palabra,
a cada trazo de sus quejas,
porque ya los convertí en:
            ¡Incrédulos qué no quieren ser abatidos por el verso ligado,
el congruente!
            en, ¡desconfiados, taciturnos de la noche,
            consumidos por el devenir del mañana, porque ya no poseen mañanas,
porque saben que el mañana, murió en cada esencia de su existencia!

Ya le preste mis renglones  a cada uno de los acallados del tiempo,
dando el clamor a sus  voces apagadas por la noche,
por el frió de sus cuerpos,
 a cada uno de los muertos,
de los de sin vida cierta, de los cenagosos del tiempo.

Ya mi alma pena por todos
y por cada uno de ellos
y me convierto en narradora, en la cronista de trayectos,
defensora de sus  ruegos,
en  renglones cortos,
sin cortejo de armonías,
sin llegar a rozar, ¡ni de lejos, los versos de un poema!!!,
¡tan solo, son renglones cortos!…
¡Ésos con sabor,
tan solo,
con un pequeño esbozo, de sabor a poesía!!!



martes, 25 de junio de 2013

Las tres gracias…


Las tres Gracias
De Peter Paul Rubens (1636-1639)


Las tres gracias…
A mi alrededor, las tres postulantes a diosas,
Musas del Olimpo, me abruman,
pululan con sus danzas rituales,
con sus voluptuosos movimientos
en el vergel de los bailes.

Ya me obsequian sus encantos,
otorgándome la alegría, la elocuencia,
el don de la sabiduría.
Aunque  apabullan mi mesura,
y perturban mi mente trastornada,
confundiendo mi alma mentecata.

Porque son tres las Musas que forman el séquito,
son tres ¡qué me martirizan!,
porque andan metiéndome en líos,
instaurando el desconcierto en mi arte,
provocando el incesto entre mis colores,
violentando cada una  de mis palabras,
enejando el sexo de mi intelecto.

Porque soy de una sola,
de una Musa sola soy creyente,
de una sola, devoto y  practicante.

Ya,  las tres gravitan,
pendiendo  de los hilos de mis caricias,
cuando éstas tienen una sola,
una sola de las dueñas,
pero insisten en mi mente enloquecida.
Ya me abruman,
me subyugan, se arrebujan,
y se desnudan, 
descubriendo sus cuerpos perfectos
de curvas insinuantes, vestidas de sensualidad,
envueltas en piel lozana, lisonjera,
dulzor del exquisito bocado.

Porque son tres, son las tres gracias,
la una, postulante a diosa de la belleza,
de la hermosura,
placer de dioses sucumbir a esa diosa.

La otra, postulante a diosa del embrujo,
del hechizo,
del regodeo del placer,
fascinante,
que arrebata mis pasiones, las del alma.

La tercera, la diosa del contento,
de la jovialidad,
la de alegría toda plena, resaltando voluptuosidades
apetitosas por el placer de la algarabía.

Ya la danza obscena  precipita mis deseos
en el Olimpo de los dioses, 
las vanidosas Diosas de lo placentero, 
me agitan lo recóndito impenetrable del cuerpo,
y  ¡hasta lo placentero del alma!!!…

Ya resisten mis deseos.
¡Sólo hay una!
¡Sólo una es mi guía, mi pendón, mi estandarte!
¡Sólo ante una postro mi inspiración por el arte!
¡Me es fiel, yo su devoto y le debo pleitesía!

Y prosiguen su danza maléfica, y me rodean y me ciñen.
Y el desespero llanto de la una,
me desata la sensatez de lo insobornable.
Y no cedo, casi deshaciéndome,
en lo dulce de sus cuerpos,
del embrujo de sus risas,
del hechizo de sus cabellos de viento.

Y por fin, me desahogo de ellas.
Y por fin, grito inconexas palabras al aire,
y lanzo mi grito al cielo,
para que llegue y se atienda, en el Olimpo, el de los dioses!

¡Diosas perfectas poseedoras de las tres gracias!
¡Perfectas las tres, cada una de las gracias!
¡Dejadme las perversiones de la fidelidad a la una,
a mi Musa,
a ella sola!!!
¡Seguid danzando en el Olimpo,
en el de los dioses, en el perfecto!!!
¡Dejadme en el incompleto,
el de ser fiel a una,
a mi Musa,
a ella sola,
a ésa, la única inspiración de mi arte!!!



domingo, 23 de junio de 2013

Qué casi muerto, vivo…


Girl  With a BooK (detalle)- De Pietro Rotari (1750-62)


¡Qué sucedió, aún me pregunto,
si la calma de mi marchito cuerpo
cambio el descanso, el letargo por el florecimiento!
¡Qué hacer si el marchito no brotó en lo visible!
¡Qué hacer cuando el marchito retoñó en lo desahuciado de mi cuerpo!

La soledad imperaba en el territorio marcado de melancolía
asimilando el aislamiento del alma,
la que va por un lado,
la que no envejece porque no se convence del tiempo pasado.
Y del otro lo añejo, la decrepitud de lo rancio del cuerpo,
el de su esqueleto, el de sus fibras casi malolientes de corrompidas.

¡Qué hacer si el minúsculo rayo invadió la retina endurecida, casi fosilizada!
¡Qué hacer con el culpable,
el que iluminó hasta el fondo del fondo del interior de lo tétrico,
el  causante del trastorno por la ansiedad resurgida!

Y aparece el sufrimiento,
y reaparece la desazón, las ansias que renuevan lo visible, lo externo.
¡Qué hacer si tu mirada, ese simple rayo de vida
interceptó la mía sin mi consentimiento!,
que por  desprevenida quedó apresada,
eternamente cautivado quedó lo externo,
ahondando, socavando como túnel del tiempo!

¡Chiquilla, qué ahora trepa a mis labios tu sonrisa!
¡Chiquilla, qué ahora tus palabras me apuñalan lo entumecido del cuerpo!
¡Dios!, ya mis ganas aletargadas se postraron a tus encantos
de domadora, ya cedo,
ya me hundo y sucumbo a tu cortejo,
y siento, y me estremezco, y  rozo el deliro
y recuerdan mis interiores, y mi corazón suscribe
qué  ya fueron comedia,  parodias todos  los sinnúmeros  vividos,
en el ocaso del tiempo pasado,
de los compartidos con los  sinnúmeros de cuerpos,
donde amé hasta la locura
siendo locura disfrazada de exaltaciones por lo excitante del verbo.

¡Chiquilla de ojos negros qué has hecho,
qué ya me someto al  pequeño rayo interceptado!
¡Qué renazco sin renacer!,
¡qué casi muerto, vivo!
¡Qué casi muerto, siento hasta la locura
infringiendo las normas de lo prohibido,
traspasando el orden natural establecido
que recuerda  mis horas de asueto ya expiradas,
porque son pocas las que restan del total ya predispuesto!

¡Qué eres chiquilla de ojos bellos,
de misterios en la mirada,
de color negro de carbón negro!
¡Qué no es mi momento!
¡Qué ya soy ocaso en el invierno del tiempo!



sábado, 22 de junio de 2013

La pluma, el tintero…


Mujer escribiendo…
De Gérard Ter Borch (1655)


Y aquí estoy yo,
sentada frente a la hoja blanca
sin letras,
las palabras aún aguardan cavilando en el desván de mis bosquejos.
La pluma limpia, la tinta en el tintero,
la una deseando mancharse con trazos de fantasía,
la otra anhelando
por  estamparse en lo blanco de la hoja,
sorbida y engullida por el pináculo frío de la punta de la pluma

En mi mente ideas de tu manejo,
yo la poseedora de tu creación,
la de tu vida.
Yo la que te regalará con  felicidad dorada,
o te destruiré llevándote a la ciudad con sombras,
de sombras pardas y frías.

Aún no lo decido.
Aún ando a la espera,
y la espera se impacienta
reclamándome su sitio,
ya comienzo el decreto y plasmo garabatos de tu vida
en el blanco de la hoja,
con la pluma y la tinta.

Ya  te doy la vida,
            ¡Te daré la felicidad completa!
            ¡Te otorgaré el don de la hermosura!
            ¡Te empaparé de amores cientos!
            ¡Te concederé la libertad absoluta!
Entonces pierdo, esa última frase me planta cara,
me desafía,
y  me convierto en manejado en vez de regidor de tu vida.
¡Maldito el día que te cedí la autonomía!
¡Maldita las palabras de tinta que quedaron fijas!
Ya no puedo socorrerte.
Ya eres señor y gobernador de tu trueque.
Ya mi pluma y mi tinta ceden a tus demandas,
a tus fechorías,
a tus desatinos,
Ya no puedo protegerte,
ya cedí el poder a las pretensiones de tu mente.

Porque la mía,
mi mente,
mi arma, la capaz en el momento primero,
se quedó sin el poder de recomponer entuertos.

Ya mi pluma desliza las palabras de tinta
sobre el blanco de la  hoja.
Ya me dejo llevar por tu independencia,
por tu albedrío.
Ya eres tú el que me marcas los compases de tu vida.
           
Me gustaría darte esperanzas,
arroparte,
susurrante al oído canciones de cuna
para que duermas tranquilo,
para que sueñe con lunas.

Chantajearía a mi musa para lograr tus deseos,
pero te di la autonomía y con ella mi vida.
Porque sufro,
porque no sé cómo hacer para borrar las palabras
manchadas con tinta negra,
las que te dañaron dentro,
las que te marcaron las afueras.

Ya intento sacarte del pozo,
salvarte de tus tropiezos,
enmendado el estropicio, escribiendo  letras bellas
que embellecieran tu vida.
Pactaré con la predestinación,
con la providencia,
¡hasta con el destino de mis fantasías!,
porque me causas dolor en el alma,
y la congoja que a veces me ahoga,
y escudriño entre mis letras,
y rebusco en las palabras
las que enmienden el entuerto,
el que inicié sin  meditarlo,
sin apenas madurarlo.

Porque la belleza se escondió, y afloró la fealdad
del garabato siniestro,
los que formaron las letras,
los que suenan a palabras  perversas.

¡Y ahora lo decido!,
¡ya lo decido ahora mismo!,
ya de nuevo me planto, esta vez postrada
ante la hoja blanca,
sin letras,
madurando las palabras las que
aguardan cavilando en el desván de mis bosquejos.

La pluma la limpio,
ya, restituyo la tinta del tintero,
y comienzo el ritual para recrear lo más bello,
ya la pluma anhelante,
ya la tinta deseosa
por  estamparse en lo blanco de la hoja,
sorbida y engullida por el pináculo frío de la punta de la pluma,

            ¡Esta vez, tomaré yo las riendas!!!
¡Esta vez, seré yo  la que marque los compases de tu tiempo!!!




jueves, 20 de junio de 2013

Sonrío para mis adentros…


Asleep while Reading
De William Powel Frith (1819)



Sonrío para mis adentros
con sonrisa encubierta,
sólo un atisbo de sonrisa falseada,
tan desfigurada
y absurda, como tu querencia hacía mí,
del todo, inexistente.
Porque no sientes, porque no formo parte de tus desatinos,
porque no soy figurante de tus sueños,
porque ¡ni tan siquiera me solicitas!

¿Qué hacer con el amor desperdiciado?
¿Qué hacer con tantas sonrisas falsas?
¡Porque sepas, porque entiendas!,
que sonrío,
¡qué lo hago para mis adentros
cuando imagino tu cara, tu cuerpo, tu mirada!,
porque me flaquea el alma.
Ya la mueca leve se asienta
en la comisura de lo clandestino de mi boca.

Porque solo sonrío cuando sueño,
cuando me hundo en el desatino del amorío,
del no correspondido,
del muerto en mi vida sin siquiera,
¡sin siquiera haber existido!
Aunque daría la vida si me lo pidieras.
Aunque daría la vida por tu mirada directa
a los ojos,  a los míos que rendidos y sumisos
te cederán sus miradas,
a los tuyos,
porque ya quedaran atrapados,
mis ojos,
mi mirada,
para siempre  atadas a tus deseos,
si me quieres algún día,
si algún turno me precisas,
o te fijas,
o me cobijas.

Objetos reemplazables son los sueños inalcanzables
que por no lograrse se sacrifican,
se auto inmolan, se suicidan.

Y reemprendes la búsqueda, la peregrinación del deseo,
y reemplazas al deseado, y sustituyes su envoltura.
Y de nuevo comienza la danza maléfica
y pérfida del  devaneo.
Para sentir y existir, porque mueres si no sientes,
y  si no sientes agonizas.

Y yo reemplazo al anhelado, y el sueño regresa a mis noches
donde invento fantasías,
para empezar el cortejo de nuevo,
y que unos ojos me miren, y que una mirada me prenda,
no con alfileres de humo,
no con agujas de viento.
Porque quiero sentir en lo profundo de mis anhelos,
tan solo para existir,
¡para vivir en lo profundo de tus deseos!!!



miércoles, 19 de junio de 2013

¡Aquel sueño!



Este microrrelato que ha sido seleccionado y ha entrado a formar parte del

 ejemplar antológico, publicado con el título:



"Érase una vez...un microcuento"(Abril del 2013)





Erase una vez el sueño de una noche de invierno cuando la nieve se había apoderado del paisaje, y el cansancio me hizo caer rendido sobre el mullido colchón de plumas, de repente  un viento gélido me despertó, desconcertado miré a mi alrededor, ¡ahora me hallaba en medio del bosque!, una armadura pesada cubría mi ¿decrépito esqueleto?
¡No!!! ¡Ese sueño logró la magia, convirtió mi deplorable, agotado y esquelético aspecto, en un joven apuesto y fornido caballero!, ¡aquél de mis años mozos!, ¡aquél de mis remotos sueños!



Sólo un quejío de mi alma


Briar Rose
De Edward Burne Jones (1889)


Sólo  un quejío de mi alma,
sólo una desolación, un quebranto,
un duelo por mi pena,
un funeral por el alma
la que carga con lo humano manipulado,
con la manipulación convertida en tara,
con el estigma en las venas transformando su fluidez vital
por el vaciado, por el desaguado, evacuando del humano lo humanitario
de eso, de lo natural, de lo equilibrado, de lo justo,
de eso,
de lo humanitario vaciado de las venas.

Porque quiero renunciar al corro.
Porque no pertenezco al corrillo, ni al racimo, ni a la tribu,
esa,
la del humano manipulado.
Porque daría la vida, la del humano,
porque no me representa.
Porque siento pena, decepción por lo que representa.

Ya los necios recuperaron el cetro de la indecencia
Ya se apoltronaron en el trono de la violencia,
y recuperaron los odios, los del pretérito del tiempo,
ya los vistieron con vestidos de actuales, de vigentes,
del presente de ahora cuando debía ser lo obsoleto,
 lo exiguo disuelto en el tiempo.

Ya el rebaño sigue los preceptos de los mandamientos,
de los plagiados, de los cambiados,
de los morales convertidos en inmoralidad manifiesta.

Cretinos, fantoches, ingratos, los que embrollan,
los confundidores de la manada,
la del humano manipulado,
de esa.

Ya un sólo y triste lamento emite mis labios.
Sólo un hondo quejío  se ahoga en  la garganta,
apenas traspasa, apenas se oye, apenas se escucha.
Y yo renuncio aquí y ahora a mi derecho de ser uno,
uno más de los humanos,
de los manipulados,
de esos.

Y ya cuelgo la bata, la capa, y las esperanzas,
porque me excluyeron, porque no entiendo los desatinos
ni a los abanderados del mundo, de los que marcan su territorio
de los que se erigen de sabios cuando de necedad están plenos.
Cuando lo injusto, lo ilegal, lo inmoral ocupa el mando,
el rango superior del escalafón del  miedo.

Cuando lo contrario no necesita enmiendas,
ni de legajos  enigmáticos, ininteligibles
que escribieron con letra pequeña,
¡Qué ya teníamos valores!
¡Qué ya venía con la marca, la del origen, la del nacimiento!
¡Qué esa es la sabia que no necesita de textos!
¡Qué se trae en las entrañas!
Las que marcan que
¡Yo soy tú, y en ti no vaciaré el contenido de lo que para mí no pretendo!
Porque de eso se trata.
Porque las murallas no valen,
ni las diferencias, ni los distritos de nacimiento,
ni los colores del envoltorio de lo humano,
ni tan siquiera los de la inteligencia.
Porque esta no pertenece al humano concreto,
porque se basa en la suma de miles de inteligencias.

Y no quiero confundirme y renuncio al ser humano,
al manipulado,
a ese.
Porque no quiero serlo
Porque mi bandera es otra.
La que llevo en el estandarte bordado con hilos de cristal dorado,
¡Yo soy tú, y no quiero para ti nada que para mí  “Yo”  no pretenda!
Pero el bordado corre riesgos,
porque el cristal es frágil de hechura, quebradizo de puntadas,
y el dorado de baratija, de bisutería, de la que se oxida,
de la barata.

Por eso el quejío de mi alma.
Por eso el dolor en el pecho.
Por eso renuncio ahora
sin poder renunciar en el tiempo de luego.

Porque soy un triste humano, aunque reniegue de serlo!!!!