jueves, 13 de junio de 2013

Yo en ti…, tú, integrado.


Desnudo llorando
Edvard Munch (1913)

Deseosa juventud perdida
porque perdida me siento,
porque no me identifica por perdida,
y sí por encontrada
en la lacra del esperpento,
de ojeras grises de invierno,
de  pliegues en la piel
plisados por aplastados.

De huesos decapitados por la ausencia de su esencia.
Por el correr del tiempo pasado,
por el del tiempo presente,
por el futuro del tiempo.

¡Qué daría mi vida por vivir otra vida!
¡Qué daría mi cuerpo por comenzar el llanto!
¡Qué  darían mis sueños por su sobreseimiento!
¡Qué daría yo por tener otra vida,
 para llevarte muy dentro,
para no ser extrañados ni extraños!

Ya las voces del silencio me recuerdan,
¡Ya no hay vuelta atrás!
¡Ya no hay regreso!
Ya la espera se convierte en deseada,
Ésa, donde anida la deseada creencia.

Ya aspiro al trance de mi gélido aliento,
ya quiero terminar con esta,
ya deseo ser otra,
en otro cuerpo que inicie con el llanto,
qué deambule con el viento
que no duerma,
que no pierda ni un minuto entre sueños,
para reencontrarte en lo encontrado,
para iniciar el protocolo del tiempo
esta vez juntos,
unidos,
fundidos los dos en uno,
derretidos, contenidos,
yo en ti…,
tú, integrado…

Para ser el todo, lo omnipotente,
lo absoluto.
Para no desear desearte,
dejando de rastrearte.
Para no andar con la pena
de búsqueda sin contrapartida.

Para no ser extraños
y dejar de ser extrañados,
para ser del todo,  
lo acostumbrado…



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