sábado, 22 de junio de 2013

La pluma, el tintero…


Mujer escribiendo…
De Gérard Ter Borch (1655)


Y aquí estoy yo,
sentada frente a la hoja blanca
sin letras,
las palabras aún aguardan cavilando en el desván de mis bosquejos.
La pluma limpia, la tinta en el tintero,
la una deseando mancharse con trazos de fantasía,
la otra anhelando
por  estamparse en lo blanco de la hoja,
sorbida y engullida por el pináculo frío de la punta de la pluma

En mi mente ideas de tu manejo,
yo la poseedora de tu creación,
la de tu vida.
Yo la que te regalará con  felicidad dorada,
o te destruiré llevándote a la ciudad con sombras,
de sombras pardas y frías.

Aún no lo decido.
Aún ando a la espera,
y la espera se impacienta
reclamándome su sitio,
ya comienzo el decreto y plasmo garabatos de tu vida
en el blanco de la hoja,
con la pluma y la tinta.

Ya  te doy la vida,
            ¡Te daré la felicidad completa!
            ¡Te otorgaré el don de la hermosura!
            ¡Te empaparé de amores cientos!
            ¡Te concederé la libertad absoluta!
Entonces pierdo, esa última frase me planta cara,
me desafía,
y  me convierto en manejado en vez de regidor de tu vida.
¡Maldito el día que te cedí la autonomía!
¡Maldita las palabras de tinta que quedaron fijas!
Ya no puedo socorrerte.
Ya eres señor y gobernador de tu trueque.
Ya mi pluma y mi tinta ceden a tus demandas,
a tus fechorías,
a tus desatinos,
Ya no puedo protegerte,
ya cedí el poder a las pretensiones de tu mente.

Porque la mía,
mi mente,
mi arma, la capaz en el momento primero,
se quedó sin el poder de recomponer entuertos.

Ya mi pluma desliza las palabras de tinta
sobre el blanco de la  hoja.
Ya me dejo llevar por tu independencia,
por tu albedrío.
Ya eres tú el que me marcas los compases de tu vida.
           
Me gustaría darte esperanzas,
arroparte,
susurrante al oído canciones de cuna
para que duermas tranquilo,
para que sueñe con lunas.

Chantajearía a mi musa para lograr tus deseos,
pero te di la autonomía y con ella mi vida.
Porque sufro,
porque no sé cómo hacer para borrar las palabras
manchadas con tinta negra,
las que te dañaron dentro,
las que te marcaron las afueras.

Ya intento sacarte del pozo,
salvarte de tus tropiezos,
enmendado el estropicio, escribiendo  letras bellas
que embellecieran tu vida.
Pactaré con la predestinación,
con la providencia,
¡hasta con el destino de mis fantasías!,
porque me causas dolor en el alma,
y la congoja que a veces me ahoga,
y escudriño entre mis letras,
y rebusco en las palabras
las que enmienden el entuerto,
el que inicié sin  meditarlo,
sin apenas madurarlo.

Porque la belleza se escondió, y afloró la fealdad
del garabato siniestro,
los que formaron las letras,
los que suenan a palabras  perversas.

¡Y ahora lo decido!,
¡ya lo decido ahora mismo!,
ya de nuevo me planto, esta vez postrada
ante la hoja blanca,
sin letras,
madurando las palabras las que
aguardan cavilando en el desván de mis bosquejos.

La pluma la limpio,
ya, restituyo la tinta del tintero,
y comienzo el ritual para recrear lo más bello,
ya la pluma anhelante,
ya la tinta deseosa
por  estamparse en lo blanco de la hoja,
sorbida y engullida por el pináculo frío de la punta de la pluma,

            ¡Esta vez, tomaré yo las riendas!!!
¡Esta vez, seré yo  la que marque los compases de tu tiempo!!!




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