domingo, 9 de septiembre de 2012

¡La decisión! (III parte)



……….Sofía recordaba cómo sus padres  le habían advertido:
-Cariño, tienes que plantearte como contarle a Alejandro quien es su padre, ya no le vale con la excusa que trabaja muy lejos. Ahora no para de preguntar por él y nosotros no sabemos qué decirle, ya tiene siete años y es un niño muy maduro para su edad.
-Tenéis razón, un día de estos le explico, no os preocupéis.
Y llegó el día que tanto temía, el día que Alejandro con ocho años de edad se enfrentó a su madre pidiéndole explicaciones:
-Quiero que me digas la verdad, quiero saber si mi padre está muerto y por eso no quieres decírmelo, o es que no me quiere y por eso no viene a verme. Aunque tú me digas que está viajando, ¡Eso es mentira!
Sofía cogió la mano de su hijo, lo llevó hasta el sofá, se sentaron y empezó a contarle la verdad, toda la verdad. Al finalizar, su hijo empezó a llorar, abrazándose a su madre:
-Entonces no le veré nunca, ¿verdad?
-Si cariño, sí que lo verás,  ahora empezaremos a buscarlo, creo que no será muy difícil dar con él, y te prometo que lo conocerás, los dos tenéis derecho, ¡Perdóname!
A partir de ese momento Sofía comenzó con una búsqueda infructuosa, se puso en contacto con todas las ONG que había en España, y preguntaba por Alexandre Lambert Duval, un médico cooperante, pero siempre la misma respuesta, nadie le conocía, no tenían ese nombre en sus archivos. Pero Sofía no lo daba por perdido así que seguía y seguía, recurrió hasta a las Embajadas, pero tampoco hubo suerte. Con esa búsqueda cargó años y años hasta que Alejandro cuando fue mayor la relevó en el cometido, y cuando salía de viaje, a todos las ciudades o países que llegaba, realizaba los mismos intentos de averiguaciones, pero tampoco encontró respuestas.
-Mamá creo que no lo encontraremos jamás, igual ha muerto, pero es muy raro que su nombre no aparezca en ningún sitio. No lo entiendo, cada vez estoy más descorazonado-, Sofía no sabía qué argumentos dar a su hijo, era verdad, ella también lo veía imposible.
Tuvieron que pasar varios años más y cuando la esperanza ya se había convertido en un estado de ánimo obsoleto en sus vidas, una noticia muy trágica estaba siendo retransmitida en todas las televisiones, al parecer, justo hacía tres días, dos cooperantes franceses de la misma ONG en la que supuestamente estuvo su padre, habían sido secuestrados en un poblado del centro de África, se trataban de un médico y un periodista. De nuevo volvió la inquietud y el desasosiego, Alejandro llamó a su madre:
-Mamá, ¿te has enterado de la noticia?
-Sí, pero ahora no puedo hablarte, tenemos varias  urgencias y estoy muy liada, luego hablamos, besitos.
-Vale, ahora voy a ir a la sede de la ONG, a ver qué me dicen, luego te cuento.
-Suerte cariño, hasta luego entonces, ¡Ah!, te espero para comer, no te olvides.
Alejandro se dirigió hasta la sede, allí una chica muy agradable le atendió, buscó en el ordenador de todas las maneras posibles, pero nada de nada,
-Puede ser que los datos de ese señor se hallan extraviado en algún traspaso de oficinas, ten en cuenta que en aquel tiempo los datos no estaban informatizados.
-Tienes razón, es muy difícil, llevo años intentándolo pero no consigo ninguna información, es como si se lo hubiese tragado la tierra.
-¿Has preguntado en la embajada de Francia?
-Si en varias ocasiones, pero nada, no hay ningún dato de su existencia.
-Ahora hay un embajador nuevo, este señor, según se cuenta, se llevó muchos años perteneciendo a esta ONG, y estuvo metido en muchos de los conflictos en el centro de África, pero lo dejó, no podía con tanto sufrimiento. Quizás el pueda ayudarte, tu padre tiene que ser de la  misma época que él, más o menos tienen que tener la misma edad.
-Gracias por la información que me has dado, has sido muy amable.
-De veras, hazme caso y ve a verlo, es un hombre muy sencillo y agradable, lo sé porque aquí se habla mucho de sus  logros.
Alejandro salió de las oficinas otra vez desanimado, sin ganas de volver a intentarlo, no tenía ganas de acercarse hasta la embajada, pero la chica que lo había atendido había sido tan agradable que se sentía en deuda, así que se dirigió hasta la embajada francesa. Una secretaría sería y muy metida en su papel le pregunto por el motivo de su visita:
-Verá me han contado que el embajador fue cooperante de la misma ONG en la que estuvo mi padre por aquel tiempo y  me gustaría saber si pudo conocerle, el es médico y se llama Alexandre Lambert Duval-, la secretaría anotó el nombre en una libreta y se marchó, pero, en un visto y no visto, ya estaba de regreso.
-Por favor pase a esta sala, el embajador le atenderá en cuanto termine con una reunión, me ha encargado encarecidamente, que le espere.
-Tenía razón la chica, no me han puesto ninguna pega, y lo raro es que el embajador me atienda personalmente. Bueno me dirá lo de siempre, pero esperaré-, pensó Alejandro.
No habían transcurrido ni diez minutos cuando la secretaria apareció de nuevo,
-Por favor sígame.
Al entrar en el despacho, un hombre regordete con cara afable y marcado acento francés, se acercó hasta el tendiéndole la mano y rogándole que tomara asiento.
-Por favor, explíqueme el motivo de su interés por esta persona-, le preguntó el embajador y Alejandro le contó su historia.
-Mire, no le puedo dar ninguna información, tan solo le daré un número de móvil, y espero que encuentre la respuesta.
-Entonces, ¿eso significa que lo conoce?, ¿qué aún vive?, ¿qué puedo encontrarlo?….
-No puedo decirle nada más, y ya entenderá el porqué, tenga llame a este número.
Alejandro salió eufórico, pero a la vez intrigado y lleno de curiosidad, no podía esperar, así que marcó el número del móvil, y al otro lado una voz le respondió,
-Allô?
-Buenas, pregunto por Alexandre Lambert Duval-, Alejandro obtuvo un gran silencio por respuesta, hasta que de nuevo escuchó:
-Porque pregunta por esa persona, quien es usted-, Alejandro, de nuevo empezó a contar su historia, la persona que estaba escuchándolo le atendía sin hacerle ninguna interrupción, esperó pacientemente.
-Yo soy Alexandre, no tenía ni idea de esto, pero me has dado una gran noticia, ahora estoy en Francia, he venido a ver a mi familia, pero mañana tomo un vuelo y voy a conocerte.
Alexandre corrió hasta la casa de su madre, tenía que darle la buena noticia, era un milagro, sus súplicas de tantos años habían sido atendidas.
 Y hoy por fin llegó el gran día, y Sofía seguía sentada con la mirada perdida en las fotos,  recordando todo su pasado y se sentía mal, sin querer había causado mucho daño. Ahora tan solo quería que su hijo fuera feliz, lo merecía. Miró el reloj y pensó que se le haría interminable la espera, estaba deseando que Alejandro le contara sus sensaciones, todo lo que habían hablado, como estaba Alexandre, y si alguna vez se había acordado de ella:
-Bueno eso no se lo preguntaré, mejor que no.
Sofía se sentó en el butacón, cogió dos libros y empezó a leer, quería centrar su atención en las vidas ficticias de otros, en otras historias irreales, o reales, vete a saber; pero lo importante era dejar de pensar en ellos, relajarse y esperar, tan solo, esperar. Por lo visto se quedó dormida, porque al rato las llaves de la puerta y su hijo que gritaba la sobresaltaron:
-Ven aquí-, y agarrando a su madre en brazos, empezó a darle vueltas y vueltas mientras gritaba entusiasmado,
-Mamá ha merecido la pena, mi padre es genial, tenías razón es una persona maravillosa…
-Alejandro, suéltame que me mareo, venga cuéntame.
-No, perdona pero no te voy a contar nada más, todo lo que quieras saber se lo tendrás que preguntar tu misma. Te aviso que mañana tienes que levantarte muy temprano, le he invitado a desayunar, y a las nueve estará aquí.
-Pero como has podido hacerme esto, ¿qué le voy a decir? Tú te quedas esta noche, no quiero estar sola cuando llegue, no sabría….
-De acuerdo, me quedo, y te echaré un cable……..

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