viernes, 14 de marzo de 2014

Aguardando tu llegada…


Sol matutino
De Edward Hopper (1952)




Hoy espero aguardando tu llegada,
inquieta, con zozobra,
en la habitación fría,
en la de sin paredes acogedoras,
en la de paredes de escarcha,
de hielo por abandonadas…

Hoy parieron las tristezas
que alumbraron congojas.
Se desataron los tormentos,
los ahogos, 
y hasta el ¡estremecimiento!!!

Hoy se acrecentaron los miedos,
ante una noche desventurada,
que acompañaran los segundos
de mi espera paciente, 
impaciente,
desesperada …

Hoy aguardo que vuelvas,
esperando con ansiedad tu vuelta,
apostada en la ventana.

Ya los pestañeos los reprimo,
mantengo las pupilas desencajadas,
en alerta, 
por si vienes, 
por si vuelves, 
por si regresas...

Ya llegó la calidez de los rayos matinales,
¡pero no regresas!, 
y el reloj de mi tiempo
me marca que se extinguió  la hora de tu venida,
¡qué ni  por sabida, extinguió la esperanza!
¡qué  ya  presentía la lejanía!,
en tus palabras de hielo,
en la desnudez  del  ¡te quiero!,
en la soledad del ¡te amo!…

¡Qué decirte más que aguardo con esta soledad
en mi alma!
Ésa tempranera que jugaba con fuego,
fundiéndose de tanto amor como emanaba,
en cada reclamo de  tus besos,
los apasionados, 
ésos que me dabas al otro lado del tiempo,
en otro tiempo, 
acomodados en los pensamientos
del Te aguardo traicionero.
cuando aún ¡sí que  me amabas!!!

Y aquí estoy  yo, 
ando cansada,
esperándote en la habitación de hielo,
con matices de dorados…
Recordando el fuego ¡qué hace nada emanaba!
cuando tu roce quemaban mis adentros,
derritiendome de gozo.
Cuando el delirio tocaba
a pleno, 
con la plenitud del pobre que suplica
amor, 
y se le concede la gracia.

¡Pobre pedigüeño!, porque lo fui
¡desde aquella, tu mirada!
Y ahora soy lo que quedó
de aquella figura altiva, 
serena, confiada,
que una vez se sintió abrasada, 
con el roce de tus ojos
que resonaron en mis entrañas,
invalidando el poderío,
aquél del que gozaba.

Ya me quedé apresada ante el gesto sublime de tus besos.
Arrestada por siempre a  tu mirada.
Seducida, abducida, 
y ya para siempre,
derrotada…


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