viernes, 6 de septiembre de 2013

¡A mi soledad, a la elegida…

Detalle (Retrato de Gustavo Adolfo Becquer)



¡A mi soledad, a la elegida!, 
más que elegida,
encadenada a los quebrantos de  mis soledades…
¡Tú,  mi fiel amante, mi consorte
sin esponsales,
sin juramentos,
sin gravámenes estipulados…
¡Tú, la desposada de mis tristezas,
de mi resignación, mi compañera!

¡A ti,  soledad,
a la que un día fuiste por mí la favorecida, la preferida!,
y hoy por mí la traicionada.
¡A ti, que estas sufriendo por la ingratitud de mis codicias!
lo sé,
lo siento.
¡Yo te había elegido entre todas,
porque de entre las opciones, tú
eras los restos de mis preferencias!
¡Y me acomodé a tu resguardo,
me encomendé a tu apego!
¡Serías mi sagrario, mi altar, el tabernáculo!,
ése, ante el que yo me postraría, 
de rodillas, ávida de rozar de lejos,
teniendo que gozar de cerca, 
de tu compañía.
¡tú serías para mí sola, y yo para ti, plena!,
con mi resignación a cuestas,
con el conformismo del  que se somete, 
sin opciones y sin remedio.

¡Sí!
¡Sé de tu fidelidad en las noches pérfidas de mis desengaños!,
¡sé de tu lealtad en el alba, ante la evidencia de mi destierro!
y de tu constancia en la mañana,
socorriendo cada uno de mis lamentos.

¡Pobre confidente, aliada mía!,
y hoy sin querer la Traicionada.
Lo siento,
¡puede qué solo fueras mi asidero, en la desesperación y en el lloro!
porque no quería zozobrar en el infierno.
Y ¡Quizás fue la desesperanza!,
¡quizás, la cobardía!,
¡quizás ésas mil y ciento de razones me llevaron hasta a ti!  
No sé,
necesito resarcirte, 
rebuscando entre mis ensueños el poder justificarme,
para aplacar tu furia,
endulzando mi deslealtad,
dulcificando tu desengaño,
porque ya sabes,
porque ya intuyes,
¡qué  ya no serás el tabernáculo!, 
ni el santuario en mis noches de lamentos,
ni en el alba, ni en la luz de la mañana de los días.
¡Ya, te destroné de tu trono,
te despoje de tu cetro!
Tendrás que buscar, otro asidero,
emigrar a otras almas solitarias, ¡qué te precisen!,
¡no sé!,  
pernoctar en otros cuerpos,
¡lo siento!,
¡cuando ya lo habías conseguido!
¡cuando ya eras mi amante, mi consorte, mi preferida, mi compañera!
Hoy te han robado tu sitio.
Hoy hay otra en tú lugar,
 y ¡qué culpa tengo yo de quedarme atrapada en su mirada!,
yo no quise,
¡Dios, pero esa mirada!

Ya te revuelves y desde mi interior me gritas,
recordándome:
            -¡Qué no estaba sola, que era de Otra esa mirada!
Lo sé,  
esperaré, ya no hay otra,
¡me quedé atrapada en su  mirada!
            -¡Me vengaré!, ¡lo juro!
Ya lo has conseguido,
sufriré,
¡ya me quedé atrapada en su mirada!
Aunque tenga que aceptar el desdén de su osadía,
aunque muera de dolor, de ausencias, 
de tristeza en compañía.
Tristemente acompañada,
¡irremediablemente,
enfermizamente, 
por la embaucadora seducción de su mirada!!!!




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