Femme
nue devant sa glace
De Henri Toulouse-Lautrec
(1897)
Su piel enajenada,
de besos sedientos de sexo.
Su corazón,
cubierto de llagas,
maltrecho.
Su alma,
emborrachada de recuerdos,
de los que fueron reales,
de los que fueron inciertos,
porque en el laberinto de su mente,
ya no distingue ni
de reales,
ni de inciertos.
Porque un amor indecente la cambió por la decente,
dejándole marcada
a fuego
la marca de la indecencia.
Él, fue causante de su desdicha.
Él, causante de su congoja.
En el que piensa cuando finge,
rellenando con gemidos fingidos la alcoba.
Y se posa en las farolas de las esquinas maltrechas,
porque necesita apoyos que la mantengan tiesa.
Porque ya vendió a
la noche su vida,
y ofertó a la noche su cuerpo,
y la vida le marcó el recuerdo con cicatrices oscuras,
su rostro, con surcos vomitados
por los viciosos de las sombras,
ésos que tan solo acechan el placer de su manejo,
y a veces,
¡hasta de su acabada envoltura!!!!
Ya en un minuto, en el soplo del minuto
la cordura desaparecida aparece,
¡Fuera!,
¡hoy no estoy libre!
¡Fuera!,
¡hoy no estoy en venta!
Ya su grito desesperado dura un segundo,
un instante en la noche del recordado pasado,
del olvidado antes de vender su alma,
antes de comulgar con el infierno en la fosa de los
muertos,
de los muertos en vida,
de los que perdieron el alma
por culpa del mal nacido.
¿Quieres
un favor esta noche?
¡Soy
barata!, ¡estoy de ganga!
¡Tío que valgo la pena!
Ya recuperó su sombra.
Ya ni se lamenta, ni sabe cómo hacerlo.
Ya se desploma y se desvanece,
cediéndole la libertad a la lujuria del género.
Y se empapa de babas,
de los sedientos de cama.
Y se impregna de olores,
nauseabundos de la noche.
Y en el día se lava la cara,
y se remienda el roto de sus entrañas,
y se mira al espejo,
y lloran sus adentros las
lágrimas de lo indecoroso,
porque un amor indecente, la cambió por la decente,
amparado en la indecencia,
en la que ya oferta ¡hasta su alma!,
a precio de bajo coste,
a precio de saldo,
a precio de ganga!!!
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