Ulysses and the Sirens (1909)
De
Herbert James Draper
Cruzando el puente
del Olvido
el olvidado se halla,
inmerso en vacilaciones,
inmerso en vacilaciones,
dubitativo,
indeciso:
indeciso:
¡Cruzo
o no cruzo!, avanzo o me quedo.
Perplejo del torrente
de remolinos, que a
sus pies conspiran,
se queda quieto,
vacila, espera,
aguarda…
aguarda…
Al otro lado la
pasión,
el ardor, la fogosidad,
el ardor, la fogosidad,
el frenesí, ¡
hasta la efervescencia de la piel oxidada!
hasta la efervescencia de la piel oxidada!
Y duda si cruzar,
del uno hacia el otro lado.
del uno hacia el otro lado.
Poseedor de la
serenidad,
de la placidez y el equilibrio, se creía,
de la placidez y el equilibrio, se creía,
pero imprudente del
minuto prendado:
¡Tápame los oídos con cera!
¡Átame al mástil de la cordura!
Y como Odiseo inmola sus apetencias,
las carnales,
las de este lado del puente.
las de este lado del puente.
Aclamadores de sirena
coartan su cordura:
¡Su canto enloquece mi tino, mi
tiento!
¡No
debo atravesar al otro lado del puente!,
se debe a su diosa reposada,
a la templada,
a la juiciosa.
a la juiciosa.
Mientras,
lucha con puñales en
los ojos,
con escudos en su
hombría,
¡no debe cruzar,
¡no debe cruzar,
no debe desandar lo
andado,
lo agenciado,
lo conseguido!
lo conseguido!
Y del otro lado,
el canto seductor y lujurioso,
el canto seductor y lujurioso,
enloqueciendo sus
principios,
sus fundamentos,
sus fundamentos,
sus razones.
Mientras,
lucha por controlar la
enajenación,
el delirio del
instinto solapado,
del olvidado,
cuando se quedó en este lado del puente,
cuando se quedó en este lado del puente,
pertrechado,
protegido,
sobre el puente del Olvido.
¡Qué,
ya, hasta había sido disipado por olvidado!!!
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