Sorrow
Olwaldo Guayasamin
Hoy el pasado me ha plantado cara, hoy
se me ha revuelto, me ha exigido explicaciones, los porqués de mis decisiones,
y se me ha lanzado con furia, mi alma ha quedado malherida, él me ha mostrado
sus garras amenazantes, sus colmillos aterradores, y he sucumbido, sí he
sucumbido a su envite, aunque lo esperaba, ¡hace tanto tiempo qué me persigue!
Pero aún así hoy me ha pillado
desarmado, mis argumentos son precarios, insuficientes, poco inteligentes, y él
me pide, me exige más, y yo me escondo bajo dos manos temblorosas mientras
descargas de lágrimas empañan mi visión que me llegan a la garganta sumándose a
mi angustia, y el dolor de una congoja sin estallar, acapara todo mi yo.
Y sufro, ¡Dios, cómo sufro!, mi corazón
ya no resiste, demasiado dolor, sus arterias se han contraído por la tensión,
no dejan fluir al vital elemento, y un dolor nuevo, agudo, como una daga
clavada en el pecho, hace que me retuerza ya en el suelo.
La agónica desesperanza me ha invadido,
mientras que allí, frente a mí, el pasado sigue amenazándome, como implacable
justiciero sigue exigiendo respuestas, me coacciona, me enfila con sus ojos
ensangrentados por el odio, la rabia, pero ya no siento miedo, mi
tristeza la supera, ¿qué hice mal?, ¿en qué momento perdí la batalla?
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