La
stretta di lavena, lago di Lugano
De Oreste albertii
(1887-1953)
Como todos los días,
como cada atardecer del día,
cuando el sol anda cansado,
cuando el sol anda cansado,
cuando de tanto, su brillar se hizo lento,
y lento mi caminar...
Vuelvo,
regreso a este lugar de las esperanzas fallidas.
Porque en fallidas se convierten cada atardecer del
día.
Y vuelvo,
con mi peso a cuesta,
y con éste paso
del tiempo,
¡qué se me hace tan evidente!
¡qué se me hace tan evidente!
Cansada, tan cansada,
regreso a beber de la promesa que aguardo,
regreso a beber de la promesa que aguardo,
cuando mi
vida se recobra al beber el pequeño sorbo
que me regaló la esperanza...
Y aligero el avance para llegar a este lugar,
¡pero no vuelves!,
¡pero no regresas!,
¡pero lo prometiste, y es deuda!,
y te olvidaste, o ¿fui yo la que soñé los instantes?,
cuando, sentados aquí,
tú, y yo a tu
lado,
¡desde la
noche hasta la amanecida!
Cuando me jurabas te quieros,
Cuando rogabas:
¡Quiéreme
vida mía!
Ahora las jornadas se pintaron en interminables,
la ansiedad se depositó en cada segundo del día,
porque sin mi locura de esperarte,
¡ya no soy nada, vida mía!
Y regreso cada tarde, cansada,
muy cansada
de arar surcos en el campo,
Y con mi carretilla a cuesta,
accedo a la cuesta para contemplar tu regreso.
accedo a la cuesta para contemplar tu regreso.
Y te aguardo sentada, en la carreta vieja,
la que no sirve para nada,
la que se quedó arrinconada,
porque antes
servía de aposento, de descanso,
de cómplice amatoria,
cuando me
decías al oído, o lo gritabas al viento:
¡Te
quiero!!
¡Volveré!!
¡Aguarda!!
Ahora el sol reclama su descanso,
¡ya no brilla mi vida!
¡ya no brilla mi vida!
Y te sigo esperando, cada tarde
cada atardecer del nuevo día…
Y te aguardo aquí, con mi peso, con mi cansancio,
desde lo alto,
vigilando los caminos que llegan,
y que vienen vacíos, ¡a lo lejos!,
desde abajo….
Pero la Nada se impone,
la nada en el paisaje,
en las montañas altivas,
en las montañas altivas,
la nada en los atajos,
y abajo, en las
casas del pueblo, la nada...
La nada en mi alma, la nada en mi morada,
y en mi cama, la Nada…
Ésa que aún anda vacía…
Y yo ando
cansada,
¡tan cansada vida
mía!...
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