Solitude
De Frederic Leighton (1890)
Sólo aguardo que me mires, en el soplo de mi tiempo,
para que mi tiempo sea el tuyo,
para que los dos subsistamos en el mismo tiempo.
para que los dos subsistamos en el mismo tiempo.
Y, espero, anhelo, y ansío,
en el desván de los sueños,
para que no sean sueños los
fantasmas en la noche,
los que cuentan locuras por
la pretendida quimera,
la que se instauró en los
sueños,
ésos que aguardan en las
sombras, de ofuscación por el sueño,
por la instauración del te
quiero,
por la sonrisa que besa,
por la mirada galante,
por el gesto del cortejo.
Y todos los días lo mismo,
la repetición de los gestos
persiste,
y te aguardo, te espero, te
anhelo,
en ese territorio vacío,
en el frío de mi otoño, junto a la noche de mi
invierno,
cuando en invierno convertí
las noches,
cuando en otoño cristalicé los días.
Todos ésos que se
arremolinan, que envuelven cada instantánea de mi vida,
cada soplo del triste simulacro de mi desvarío,
donde dilato el sueño,
donde espero,
sabiendo de la ausencia de
la Espera
porque sé que es vana, porque ya no hay esperas,
porque éstas aguardan confiadas
en el mañana,
o en el pasado del pasado
mañana,
y yo sé que no hay mañanas,
y deja de carecer de futuro la Espera.
Y mi nostalgia, y mi
morriña, y mi tristeza,
realizan los esfuerzos en la
piel del alma,
en la cáscara del latiente,
en la túnica del anhelo.
Y ya se visten, se
disfrazan, se camuflan,
empapándose de melancolía,
ésa que ya desmantela la Espera
¡qué la deja obsoleta y en
desdicha!
Y anhelando, la esperanza
aguarda,
Y la desesperanza llega, y
deja lo anhelado en relegado
y lo aguardado sin espera.
Porque la certeza se abre
paso,
porque es cierta, es certera,
el saber que aguardo, sin
esperanzas si quiera!!!
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