Le
cirque bleu (1887-19859)
De Marc Chagall
Déjame seguir tus pasos,
ser esa huella, la que dejas
impresa en la frígida frialdad
de la nieve.
Déjame ser tu sombra,
la que aparece y desaparece
según la luz que nos asista,
pero sin posibilidad de que te alejes,
sin resquicio, sin atisbo de desunirnos…
Déjame solo eso,
tan simple de tan honesto.
Un minuto que se acomoda
en el tiempo,
el de tu tiempo.
El suspiro de unos pétalos acomodándose
en la noche.
El pestañeo delirante de la rosa
ante el vendaval de una brisa
siniestra.
Déjame ser el murmullo de ese
caminar lento del riachuelo,
pequeño, imperceptible,
pero testigo fiel de un
recorrido,
más que presagiado.
más que profetizado,
ser el concluyente, el
categórico
que proclama su presencia
ante el tortuoso cauce que
encamina
su camino…
Déjame ser tu aire,
ése que inspiraste
para invadir de vida tus
aposentos,
deseoso por regalarte la vida.
Aunque la suya se quede en el
esfuerzo,
vacía,
enrarecida, sin vida…
Déjame un pequeño hueco en tus
lamentos,
para que lo repartas,
para aliviarte del sobrepeso.
Déjame ser la comisura leve que
establece tu sonrisa,
para ser su cómplice,
su asistente en la alegría,
ser cómplice de su armonía,
y formar parte de
ella.
Déjame dormir esta noche
en la parte más recóndita de
tus pensamientos.
en la sección oscura de los censurados,
pero que están ahí,
a la espera,
impacientes por cambiar su sino
y por fin acaparar su cetro.
Déjame esta noche,
tan solo esta noche,
acariciarte con mi mirada,
delicadamente,
lentamente,
con lascivia…
Aunque sea en mis sueños,
en las ensoñaciones licenciosas
disolutas, y tristemente
entristecidas…
Regálame tan solo
un segundo en tu vida…