jueves, 24 de abril de 2014

¡Ay, amado mío!!!


Basada en Ophelia, un personaje ficticio de la obra de William Shakespeare, titulada “Hamlet”; personaje trágico, convertido en mito al ser motivo de inspiración para numerosos  artistas….

Ophelia, enamorada de Hamlet, se vuelve loca cuando descubre que su amado acaba de asesinar a su padre, al confundirlo con otra persona. Ophelia en su desvarío, comienza unos cantos, mientras ofrece flores a las lóbregas aguas del río, donde, ¿se suicida?, ¿pretende su descanso’, o cae fortuitamente en sus aguas…



“Ophelia”
De Sir John Everett Millais (1851-1852)



Y perdurará mi llanto cobijado entre las letras,
y retratarán el aspecto de mi externo,
engalanándolo con flores muertas.
Creerán la leyenda que fraguarán los genios
los maestros, los doctos de la experiencia…,
ésos que después de los tiempos
me mantendrán atada a la existencia.
A ésa que un día  fue,
a la que una tarde se quedó atrapada
en la mitad de dos mundos,
¡entre tu delirio desbocado que me aniquiló,
y mi locura de amor, que destruyó mi existencia!

Y así, en medio del  desconcierto,
en ese preciso instante donde se fraguó mi destino,
mantendré mi ser acompañado
por  un sueño plácido,
sin cantos con cadencias de armonía,
tan sólo el reclamo de los  orquídeas  y los juncos,
o el suave roce de las hojas aceitunadas,
que también están muertas,
¡qué ya no están vivas!,
porque ahogaron su leve embrujo del canto
en este cristal del agua sombrío,
donde se quedarán por siempre, 
los despojos de mi vida…

Porque continuaré viva, a pesar de no estarlo,
porque me hundió tu locura
y la hice mía,
con su lamentable seducción ingrata.

Porque te amé hasta el delirio,
hasta más allá de la enajenación de este alma,
que aún sufre, que aún pena lamentándose cada noche,
sin acompañantes de violines,
ni  clarinetes, ni trompetas.

Porque ya el fagot tocó a réquiem,
ya la tuba, tocó a muertos
y le siguieron a mi canto atormentado,
ése que suena en el fondo,
el que se lamenta desde las lóbregas aguas del río…

       ¡Ay, amado mío!
¿Por qué, oh, príncipe mío me acercaste al abismo?
¿Por qué me enviaste al exilio?
¿Por qué, amor, tanto resentimiento?
¿Por qué, si eras mi vida?

¡Ay, amado mío,
que inundaste cada minúsculo espacio mi ser,
que dejó de ser,
que ya dejó de latir
porque se quedó nula su existencia!
¿Porqué llegaste tiranizándome, como arrasando mi débil
e infanta aprendiz de alma?,
Destruyendo los sueños,
evaporando mis ansias, cubriendo mi cielo
de estrellas blancas, con el tul del negro enlutado!!!

Y me causaste tanto dolor y congoja,
que vertí mil lágrimas de sangre,
y  me ahogaron en el desconsuelo
cuando te escuché cual Cicerón blandiendo
con espadas de letras,
un mensaje
una codicia, o un lamento:

¡Morir, o dormir…, o quizás soñar!...

Y se  quedaron prendidas con alfileres de fuego
cada letra de las palabras,
de cada palabra funesta,
en la hechura de mi agónica tristeza.

No bastándote, ¡tanto dolor proporcionado!,
reemprendiste, de nuevo  tú acometida.
¡Pobre de mí!
Uniendo a tu hechizo ejercido,
la crueldad de robarme,
despojándome de ése otro amor,
ése, de aquél que me dio la vida…

Por eso cedí al reclamo,
por eso precipité mi descanso
y ahogué mis desconsuelos en el cristal de las aguas,
que corren lento,
de tan lento, que me aguardan
porque esperan y me reclaman,
y gritan mi nombre que suena a lo lejos:

            ¡Dulce Ophelia!
            ¡Ven!
            ¡Acude!
            ¡Éste es tu sitio, tu sino, tu concluyente final,
        el de tus días!

Y ya acudí presurosa, 
ya el deseo que corroyó mis entrañas,
me exige.
Los fuertes efluvios de un amor encubierto,
me pretenden.
Ya retoma el espacio mi delirio,
que deshace el minúsculo instante de cordura
el que alberga mi realidad,
la más siniestra.

Y las voces que se impacientan,
Y de nuevo,  ¡qué me apremian!,
es el canto amargo del lóbrego río que reclama mi presencia.

            ¡Noble río, espérame!,
            ¡Qué ya llego presurosa!
            ¡Qué quiero someterme a tus aguas, noble río!,
            ¡Qué quiero que me cubras con flores sombrías
        mi ropaje y lo corpóreo de mi existencia!

¡Porque ahora quiero vivir, sabiendo que existiré
en el espacio del desvarío, del absurdo,
el de mi locura manifiesta!…

Y ¡por fin el descanso!
¡Por fin el sueño eterno
que te mantendrá conmigo!
Ya no podrás alejarme.

¡Ay, amor mío!,
¡ya te quedarás  atado
a la pasión que te profeso!
                       
¡Aunque engalanada en el espejo del río
con ramales tornasoles,
de orquídeas y de violetas!



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