miércoles, 18 de septiembre de 2013

Sentimientos devaluados…


L´abito nuziale
De Frederick Wiliam Elwel (1911)


Sentimientos devaluados, que se venden barato,
a coste de saldo,
a precio de ganga.
Por ser seccionados, cejados en el comienzo de su mañana,
donde se quedaron sin demandas,
porque no servían, por no requeridos,
cuando  debieron ser implorados
rogados, deseados…

Esos que iniciaron la andadura del camino
siendo los no correspondidos, y se doblegaron al sendero,
siguiendo los pasos,
lento, manso,
¡De tan mansos…, pisoteados!

No carecían de objetivos, ni de pretensiones,
ni de razones ni causa,
¡qué ya lucían su brioso estandarte con latidos por el adorado!
¡qué ya describían su nombre con los pinceles del arco,
con los iris encendidos en cada una de sus rayas!

Y  debieron ser  escuchados,  
y debieron ser atendidos,
para no ser mancillados por el frio corazón del hielo,
ése,
¡qué congeló los anhelos de los sentimientos,       
tristemente,  devaluados!

Ahora el llanto desconsolado apremia,
el desconsuelo del quebranto,
se lamenta.
Ya postrada, la desalentada, recrea sus desgracias
ante el inmaculado blanco del tapujo,
ante el cándido envoltorio,
el que exhibiría hoy sus sentimientos,
ésos,
que hoy fueron despreciados.
Donde  cosidos con puntadas de júbilo,
zurció las esperanzas deseadas,
que fracasaron,
pasando a ser las mancilladas, las pisoteadas,
las cejadas en el comienzo de su mañana,
cuando soñaron, ser las imploradas, las requeridas.
Y el desacato, del estafador,  las convirtió
en los andrajos,
en los lo desgarrones de
los sentimientos devaluados, ¡qué hoy se venden barato,
a coste de saldo,
a precio de ganga!!!

Sólo aguardo...


Solitude
De Frederic Leighton (1890)



Sólo aguardo  que me mires, en el soplo de mi tiempo,
para que mi tiempo sea el tuyo, 
para que los dos subsistamos en el  mismo tiempo.

Y, espero, anhelo, y ansío,
 en el desván de los sueños,
para que no sean sueños los fantasmas en la noche,
los que cuentan locuras por la pretendida quimera,
la que se instauró en los sueños,
ésos que aguardan en las sombras, de ofuscación por el sueño,
por la instauración del te quiero,
 por la sonrisa que besa,
por la mirada galante,
por el gesto del cortejo.

Y todos los días lo mismo,
la repetición de los gestos persiste,
y te aguardo, te espero, te anhelo,
en ese territorio vacío,
 en el frío de mi otoño, junto a la noche de mi invierno,
cuando en invierno convertí las noches,
cuando en otoño cristalicé  los días.
Todos ésos que se arremolinan, que envuelven cada instantánea de mi vida,
cada soplo del  triste simulacro de mi desvarío,
donde dilato el sueño,
donde espero,
sabiendo de la ausencia de la Espera
porque sé que es vana,  porque ya no hay esperas,
porque éstas aguardan confiadas en el mañana,
o en el pasado del pasado mañana,
y yo sé que no hay mañanas, y deja de carecer  de futuro la Espera.

Y mi nostalgia, y mi morriña, y mi tristeza,
realizan los esfuerzos en la piel del alma,
en la cáscara del  latiente,
en la túnica del anhelo.

Y ya se visten, se disfrazan, se camuflan,
empapándose de melancolía,
ésa que ya desmantela la Espera
¡qué la deja obsoleta y en desdicha!

Y anhelando, la esperanza aguarda,
Y la desesperanza llega, y deja lo anhelado en relegado
y lo aguardado sin espera.
Porque la certeza se abre paso,
porque es cierta, es certera,
el saber que aguardo, sin esperanzas si quiera!!!



viernes, 6 de septiembre de 2013

¡A mi soledad, a la elegida…

Detalle (Retrato de Gustavo Adolfo Becquer)



¡A mi soledad, a la elegida!, 
más que elegida,
encadenada a los quebrantos de  mis soledades…
¡Tú,  mi fiel amante, mi consorte
sin esponsales,
sin juramentos,
sin gravámenes estipulados…
¡Tú, la desposada de mis tristezas,
de mi resignación, mi compañera!

¡A ti,  soledad,
a la que un día fuiste por mí la favorecida, la preferida!,
y hoy por mí la traicionada.
¡A ti, que estas sufriendo por la ingratitud de mis codicias!
lo sé,
lo siento.
¡Yo te había elegido entre todas,
porque de entre las opciones, tú
eras los restos de mis preferencias!
¡Y me acomodé a tu resguardo,
me encomendé a tu apego!
¡Serías mi sagrario, mi altar, el tabernáculo!,
ése, ante el que yo me postraría, 
de rodillas, ávida de rozar de lejos,
teniendo que gozar de cerca, 
de tu compañía.
¡tú serías para mí sola, y yo para ti, plena!,
con mi resignación a cuestas,
con el conformismo del  que se somete, 
sin opciones y sin remedio.

¡Sí!
¡Sé de tu fidelidad en las noches pérfidas de mis desengaños!,
¡sé de tu lealtad en el alba, ante la evidencia de mi destierro!
y de tu constancia en la mañana,
socorriendo cada uno de mis lamentos.

¡Pobre confidente, aliada mía!,
y hoy sin querer la Traicionada.
Lo siento,
¡puede qué solo fueras mi asidero, en la desesperación y en el lloro!
porque no quería zozobrar en el infierno.
Y ¡Quizás fue la desesperanza!,
¡quizás, la cobardía!,
¡quizás ésas mil y ciento de razones me llevaron hasta a ti!  
No sé,
necesito resarcirte, 
rebuscando entre mis ensueños el poder justificarme,
para aplacar tu furia,
endulzando mi deslealtad,
dulcificando tu desengaño,
porque ya sabes,
porque ya intuyes,
¡qué  ya no serás el tabernáculo!, 
ni el santuario en mis noches de lamentos,
ni en el alba, ni en la luz de la mañana de los días.
¡Ya, te destroné de tu trono,
te despoje de tu cetro!
Tendrás que buscar, otro asidero,
emigrar a otras almas solitarias, ¡qué te precisen!,
¡no sé!,  
pernoctar en otros cuerpos,
¡lo siento!,
¡cuando ya lo habías conseguido!
¡cuando ya eras mi amante, mi consorte, mi preferida, mi compañera!
Hoy te han robado tu sitio.
Hoy hay otra en tú lugar,
 y ¡qué culpa tengo yo de quedarme atrapada en su mirada!,
yo no quise,
¡Dios, pero esa mirada!

Ya te revuelves y desde mi interior me gritas,
recordándome:
            -¡Qué no estaba sola, que era de Otra esa mirada!
Lo sé,  
esperaré, ya no hay otra,
¡me quedé atrapada en su  mirada!
            -¡Me vengaré!, ¡lo juro!
Ya lo has conseguido,
sufriré,
¡ya me quedé atrapada en su mirada!
Aunque tenga que aceptar el desdén de su osadía,
aunque muera de dolor, de ausencias, 
de tristeza en compañía.
Tristemente acompañada,
¡irremediablemente,
enfermizamente, 
por la embaucadora seducción de su mirada!!!!




domingo, 1 de septiembre de 2013

El espejo del tiempo…


Vanity
De  Bassie MacNicol (1899)



El espejo, me devuelve el retrato del recuerdo,
la traición y el desacato de la imagen protegida,
la que revuelve mis requiebros con el tiempo,
reemplazando sus dibujos por la deseada.

Pero solo es un instante,
el veloz instante, en un instante del tiempo,
ya el espejo me devuelve
la estampa no deseada.
La marcada sin luces de frías noches,
la  dolorosa estampa, la del futuro del tiempo  de la que es la añorada.
Donde, ya la nada aguarda,
porque en el mañana existe la nada,
¡ya le ruego al  recolector
de las  colecciones de mis imágenes perdidas!,
¡ya le imploro y le suplico al desalmado espejo del tiempo!

Porque miro y no veo,
ni reconozco,
ni intuyo el reflejo en el artilugio de los vencimientos.
Ya no es nítido, ya es opaco, impreciso.
Las razones de las fechas, dejaron trazos imborrables en el alma,
pliegues en la peladura de la estampa,
tildes en voluntad del temple,
estrías, en la esquina de los labios,
pinceladas de tristeza, en la hechura,
en la de por dentro,
en la  de por fuera.
Siluetas por los tantos años, los pasados,
por los miles de minutos exterminados,
claudicados…
¿Porqué  desfiguraron la estampa
que en el hielo se conservaba sin tacha?

Ahora miro,
me observo en la cara del espejo,
de nuevo el instante benévolo
que se apiada de mi sombra,
ya me ofrece,
la facha, sin mácula.
La hechura, lozana de joven casta,
de frescura limpia con sabor a pudoroso,
¡por  fin se apiada el espejo de mis estampas de hielo!,
reproduciendo instantáneas del recuerdo,
mitad olvidadas,
la otra mitad,
hacinadas, en los baúles que protegen la memoria del tiempo...