miércoles, 21 de agosto de 2013

¡Toca…, toca para mí…

At the Piano
John Withe Alexander (1984)



Las notas invadieron la oscuridad de las sombras,
horadando con su brillo
como  relámpago en el negro de la oquedad,
como  resplandor  en los tormentos del desahuciado por muerto.

A lo lejos, me invaden los reclamos
de alguien que gime,
que se lamenta.
A lo lejos, sonidos de una voz que ruega…
¡Toca…, toca para mí, piano,
mi cómplice, en las notas de mis júbilos
mi asistente en las notas de mi agonía,
mi camarada en las noches variopintas de color a vino,
de sabor a rojos de labios,
con sabor a impuros, a viciosos del simulacro!

Los ruegos se escabullen de entre los resquicios de la fachada,
deseando ser luz en las guaridas,
y escapan del habitáculo, mientras sigue el viento,
elevando los implores de un canto lastimado…
¡Toca…, toca para mí, piano,
toca  melodías de triunfo,
toca con cadencias de euforia!,
¡qué tu armonía cuelgue en cada una de tus notas!
¡qué quiero resucitar sinfonías con violines, con trompetas,
en  el movimiento del Allegro con brío!

Ya me dejo seducir por las súplicas,
y rebusca mi mirada
en los resquicios del  amurallado, del recluido.
¡Ya me uno a su penar y a su llanto lastimero!
¡Ya quiero fundir mis notas de  marchas, de danzas,
de himnos a la alegría!,
a las melancólicas notas…
¡Para qué no suenen a muerto!
¡Para qué no suenen a réquiem!

¡Qué la tuba y el fagot no participen!
¡Qué lo dejen para el final,
para ese final de mi vida!
¡Qué el piano aguarda mis sacudidas!,
¡qué  mis manos ansían fusionarse
con cada tecla del negro,
con el latido de la tecla blanca del piano!

¡Qué esperen los infiernos,
qué aguarden en la farsa del teatro!
¡Qué se escondan entre bastidores a que termine mi canto!
¡Qué ahora son otras notas las que me reclaman!

¡Qué ahora son otras las que se fundirán con las mías!!!


sábado, 17 de agosto de 2013

… donde pende mi cordura!!!!



La bebedora de absenta
De Pablo Ruíz Picasso




Como el viejo árbol herido en sus ramas,
de secas, desahuciadas…
De costra por corteza,
de añejas, rancias, 
casi vaciadas de savia,
casi momias del esperpento,
del todo inanimadas.

Como la noche de negro entumecida de luto.
Como el velero sin velas al viento, 
sin apenas soplo que le asista.
Como el silencio en el caos,
deseoso de imperar en la anarquía del desconcierto,
o el bullicio abrirse hueco entre el vacío de la sordina.

Así  razono cuando la cordura regresa
recordándome tu indiferencia.
¡El que no me sientes, el que no me aguardas!
¡El que no soy la farsante que te robó el alma,
ni que por mí desvarías!,
ni  que desato tus sesos,
¡estremeciendo, uno a uno,
los retales  de tu entraña!

Ya le robó la cordura un instante al minuto del tiempo,
sólo el minúsculo espacio,
ése que resta entre mi deseo y mi locura,
sólo, ése instante donde pende mi cordura.
Y ya me adentro en lo amargo, 
en el desaliento atroz de la mesura.
Y allí,
en ese lugar que ocupa, 
recupero la sensatez y el juicio,
recuperando a la vez el sufrimiento,
el desengaño,
el de saber  que no me razonas,
que no sucumbes ante mis llamadas,
¡qué no deseas ni un instante de mis sueños!,
esos que se llevará el viento,
aterrizando en el espacio,
en ese minúsculo espacio que me quedó de cordura.

Entonces,
percibo realidades del dolor y daño.
Entonces,
el peso del caudal me arrastra a la cloaca del desengaño.
Entonces,
solo entonces,
recupero la sensatez de lo indeseable que carece de deseos,
ese instante del minúsculo minuto,
ése que resucita al  recobrar la sensatez perdida.

¡Ya me agito, me volteo, 
invirtiendo la posición mi juicio!
¡Ya el relevo toca a muertos!
¡Ya la razón se disuelve!
Y se camufla en el leve instante,
en el triste equilibrio de la prudencia.
Y de nuevo renazco a la insensatez, al desatino,
a la locura manifiesta,
esa que abarca desde el todo hasta la nada,
¡suspendiéndose!
tan solo,
en el leve minuto del tiempo donde se impone mi cordura,
cuando la realidad se me impone
al deseo de saber,
¡qué algún día serás mío!!!

Y de nuevo retomo mi tranquilidad enajenada,
Y de nuevo recupero a mis sueños delirantes.
Y me fundo en el cobijo de sus brazos.
¡Qué me acurrucan!,
¡qué me susurran!
¡Te anhela!!!
¡Te ansía!!!
¡Te ama!!!

Ya retorno a mis entornos, 
y me deshago del instante perverso.
Ése,
que anda revolviéndome el juicio.
Ése,
el de la cordura,
a la renunciada por no deseada...

Ya  ¡por fin!, retoma el  espacio mi delirio,
Ya me deshago del instante,
del minúsculo minuto que le restan a mi triste locura,
¡Ya se diluye el instante de esa cordura,
que  alberga a la realidad siniestra!!!

 Porque quiero vivir,
y solo vivo, en el espacio del desvarío, 
del absurdo
y el disparate manifiesto!!!!

lunes, 12 de agosto de 2013

Amanece en Bores


Amanece en Bores, Peñamellera Baja, (Asturias)
Fotografía de Juan Cabrera Padilla



La Amanecida impera resplandeciente de brillos,
y la soledad respalda a la  Amanecida.
Ya el bello canto  recomienza en el alba, 
en lo recóndito de las montañas,
doblegando al silencio de las sombras.
recomenzando su periplo  lento,
pausado,
como sin prisas...

Porque se satisface, 
porque desmanteló a los  espectros de la noche,
a la confusión de su negro enlutado,
porque subordinó a los rayos del día,
doblegándoles hasta la espera de su partida,
porque se enorgullece y se recrea,
lentamente,
como sin prisas…

Porque es altiva, 
como sus cumbres dominadas;
presumida, 
por sus picos sometidos.
Y no tiene prisas, y la Amanecida despunta,
amaneciendo,
traspasando los umbrales del sombrío,
despacio, muy despacio
sin prisas…

Los latidos de la vida
inundan cada espacio mágico de las montañas altivas,
en el Infinito que se estableció en las alturas,
y se alió con la Amanecida,
y  se erigieron en dominadores del entorno,
dulcificando las angostas vertientes,
los declives tortuosos y escarpados,
con su  bruma bucólica,
rellenando las quebraduras de su hechura
con pinceladas nubladas de matices plomizos,
de colores impregnados con óleos de armonía.

Simulacro del deseo solapado 
de la omnipotente naturaleza...
Cuando el intruso devoto se convierte 
en  conquistador de lo imposible,
porque no es posible, ni tan siquiera poseer,
ni comulgar con lo perpetuo.

¡Ya, los titulares de lo deslumbrante 
protegen la perfección de sus dominios!
La penumbra del oscuro, se disuelve, se esfuma,
dejando paso a la radiante Amanecida,
que llegó lenta,
como sin prisas…


Ya participa el intruso con el convidado de piedra,
en la bruma, en la niebla…
Y edifica tallas de murallas de piedras,
de techos de tejas,
que les protejan de la noche negra.
Y se integran en el Infinito del bucólico paisaje
con pedazos de su inquebrantable figura.

Ahora la piedra encarcela cada una de las tejas,
cada escama que protege los tejados del intruso,
para sumarse a la arrasadora belleza
de la Altiva, la de los montes altivos,
de la Amanecida, de su infinita seducción
que nunca será finita,
porque es pura, porque es perfecta…

Porque es ella
ésa, 
la amante del Infinito,
ésa,
la Amanecida con su exquisita delicadeza!!! 

Ya participa el intruso con el convidado de piedra,
en la bruma, en la niebla…
Y edifica tallas de murallas de piedras,
de techos de tejas,
que les protejan de la noche negra.
Y se integran en el Infinito del bucólico paisaje
con pedazos de su inquebrantable figura.

Ahora la piedra encarcela cada una de las tejas,
cada escama que protege los tejados del intruso,
para sumarse a la arrasadora belleza
de la Altiva, la de los montes altivos,
de la Amanecida, de su infinita seducción
que nunca será finita,
porque es pura, porque es perfecta…

Porque es ella
ésa, 
la amante del Infinito,
ésa,
la Amanecida con su exquisita delicadeza!!!