sábado, 29 de septiembre de 2012

"La armonía perfecta"

Nature`s Beauties
De Charles Sapencelayh (1865-1958)


          Manolo era un anticuario de la calle Las Fuentes, una calle donde se apiñaban todos los pequeños comerciantes con sus arcaicas tiendas, en ellas mostraban día tras días objetos muy antiguos, esos que formaron parte de la vida de personas desconocidas. Esos objetos poseían un gran valor, todos tenían alma, esa que se gestada con los recuerdos grabados a través de los años, con esa huella que se queda impresa después de  recorrer un largo camino.
Todos esos objetos fueron testigos de dramas, sufrimientos, alegrías, desengaños…, todos habían tenido el privilegio de asistir como meros espectadores de un melodrama, participaron de todas esas vivencias que sucedieron a su alrededor, sin poder tomar decisiones, sin alterar la escena, pero impregnándose de un aura que solo poseen los objetos antiguos, ¡tan bellos!, pero tan caducos para una gran parte de compradores más preocupados por lo moderno, lo nuevo, lo último.
        Y como todas las mañanas Manolo, arrastrando el peso de los años a sus espaldas, subió la baraja de su tienda de antigüedades, cada vez lo hacía con mayor lentitud, le costaba tirar de la antigua argolla de la cerradura, pero por fin lo consiguió, entonces penetraron en el interior todos los rayos de la luz de esa mañana iluminando todos los objetos y muebles del  interior. Manolo los saludo con cariño, como todas las mañanas,
       -Buenos días-, y  pudo escuchar perfectamente como todos le devolvieron el saludo. Muchos de aquellos objetos  estaban deseosos de dar un nuevo giro a sus vidas por eso esperaban la llegada de Manolo con ansiedad, tenían ilusiones por salir de allí,
       -¡Ojala hoy sea mi día!, ¡ojalá alguien se fije hoy en mí!-, esos eran los aventureros, los ávidos por conocer nuevos lugares, allí se aburrían, los días transcurrían con la misma monotonía. Sin embargo otros deseaban justamente lo contrarío, como era el caso de la elegante consola y el jarrón chino, ellos sentían miedo cuando algún cliente entraba en la tienda, temían que se pudieran fijar  en alguno de los dos y los separaran, ahora que eran felices, se tenían el uno al otro, compartían confidencias, y les gustaba vivir en aquella tienda, antigua pero acogedora, protegida por Manolo que les mimaba valorándolos por lo que eran, objetos con alma.
      La preciosa consola victoriana, había vivido durante muchos años en  la mansión de Lord Clapton, teniendo que soportar  el peso y la prepotencia de un reloj de bronce muy valioso, con peana de mármol y una campana de cristal que lo protegía hasta del polvo,  la pobre ya no podía más, y ocurrió que un día sin saber cómo, se encontró de repente en la tienda de Manolo, en un rinconcito, acoplada a un jarrón chino perteneciente a  la dinastía Ming, encantador,  de porte elegante y delicado,  que lucía en su figura unos dibujos de plantas marinas de color azul sobre un fondo blanco, además engalanado con filigranas doradas. Los dos formaban la pareja perfecta, pero esa  mañana, todo cambió, una chica entró en la tienda y se dirigió directamente hacia ellos,  la refinada mesita hubiera temblado, sino llega a ser de madera de caoba.
       -Justo la consola que estaba buscando-, dijo Denise, que sin pensarlo dos veces la compró, haciendo oídos sordos a Manolo, que intentó por todos los medios no separar a tan elegantísima pareja, pero no hubo suerte, los dos perdieron parte de su esplendor con la separación, sabían que ya nunca volverían a estar juntos y esa tristeza se les notaba.
       Una vez en casa Denise probó la consola con un jarrón de cristal, con una lámpara de seda, con unos marcos de plata y una bandejita esmaltada, pero nada, la consola no deslumbraba tanto como en la tienda con aquel jarrón chino tan bello.
       -Buenas, venía por el jarrón chino, el que estaba sobre la consola que me llevé ayer-, dijo Denise que entró en la tienda de Manolo muy decidida. Aquel  jarrón chino al escucharla casi da un salto de alegría, si no llega a ser porque era de porcelana.
       Y una vez en casa de Denise se obro la perfección donde los dos objetos fundieron sus almas creando una belleza imposible de superar, ¡por fin, habían conseguido la armonía perfecta!


domingo, 23 de septiembre de 2012

¡Pobre utopía de amor la mía!


Sentencia, se graba en mi alma
la crueldad me busca,
suerte la mía, te vi
Soñé, y te amé cual eras

Pero convertí a mi estrella
pobre Utopía de amor
Brújula en el viento
sin rumbo, fallida, que no orienta

Siento que sufro
y yo sigo amándote, desdichado
sentenciando mi vida, hipotecándola
El vacío invade mi entorno
me dejo, no siento, y lloro
la lluvia se confunde con mis lágrimas
pobre alondra desdichada
abandonada en el nido
sola el alma herida

Amor asesino, me quitaste la vida
Mis alas jamás ya volaron
solo a tus pies confundido
accediendo a tus caprichos
me abandono a la suerte

Pobre utopía de amor la mía


¡Solo amor!!!


After the Misdeed (1890)
De Jean Béraud


Hoy me he levantado pensando en ti, aún después de tanto tiempo sigues estando ahí, sigues siendo mi amor, tan solo eso, tan simple y  tan infinito, tan valioso y pertinaz como siempre.
         Ahora, a mis cuarenta y ocho años, cuando me encuentro en ese tránsito donde la juventud ya se agotó y va llegando con sigilo la madurez, esa que me engullirá de un modo despiadado, sin darme tregua ni opciones; precisamente ahora, estoy sola, tú me has dejado, y hasta lo comprendo,  pero a pesar de todo tenía esperanzas, creía que después de esta gran travesía que hemos efectuado juntos ya nada nos separaría, éramos tan cómplices, tan amigos,  tan felices, pero no ha bastado, ya no recuerdas nada, todo lo tiraste por la alcantarilla, mi vida, tu vida. No, perdón, por un momento he olvidado que la tuya  brotó de nuevo, como las flores en  la primavera, con todo su esplendor. Es la mía, la que se ha quedado vacía, rota, hecha añicos, y sin posibilidad de recomponer los pedazos, no me siento capaz.
Creí por un momento que con esa felicidad que vivíamos bastaba, pero no, había algo que nos fallaba, algo que no dependía ni de mí ni de ti, era tu amor, que aunque lo intentaste nunca pudiste tenerme. En mí sucedía lo contrarío, yo te amaba y te ¡AMO!, pero con mayúsculas, desesperadamente, con locura, dejando de existir si no estás a  mi lado,  quiero verte, olerte, besarte, fundirme en ti, porque si no, nada tiene sentido.
Te amé desde siempre, desde que te vi por primera vez, allí sentado en el banco de la facultad, buscando algo entre tus apuntes, con tus gafas que intentaban ocultar esos perfectos ojos de color azul, como el mar en estado de calma, sin marejadilla de fondo, limpios, cristalinos, brillantes. Y desde aquel momento fui tuya, enteramente tuya, lo supe desde ese instante, y aunque no nos hubiésemos hablado en la vida, yo jamás te hubiera olvidado. Lo sentí tan profundamente que comencé a temblar cuando, al pasar delante de ti, me preguntaste:
-¿Sabes dónde está la biblioteca? -Mi corazón estuvo a punto de estallar, latió con tanta fuerza, que hasta los folios se me cayeron al suelo, y tú me ayudaste a recogerlos. A partir de ahí fui tuya, sin condiciones, sin pactos previos, sin pedirte nada a cambio. Era yo la que te amaba y tú el que te dejabas amar, me querías, pero a tu modo, y fuimos felices de esa manera, un poco a medias, y durante los diez años que duró nuestro matrimonio, yo amándote  locamente, y tú dejándote llevar, creo que inconscientemente esperabas a que llegara tu momento, el mío llegó contigo, pero el tuyo tuvo que aguardar un tiempo más, y  por fin lo encontraste, o te encontró a ti, quién sabe…
Intento comprender que tú no eres el culpable de mi desdicha, por supuesto no te censuro, tú también tenías derecho a vivir tu locura, tu desenfreno, tu delirio de amor. Yo te llevaba ventaja, fui, ¡quizás! demasiado egoísta atrapándote con mi tela protectora del cariño, de la ternura infinita, te ofrecí mi complicidad sin condiciones. Y ahora, de repente estoy sola, vacía, y sufro tu ausencia, mi querido amante, mi querido amigo, mi querido esposo.  
Ahora he recordado el día que te vi cuando paseaba por la playa, caminaba sola pero con tus recuerdos, esos en  los que siempre estás tú, que aún sigues llenándolo todo en mí, y sigues formando parte de esta cabeza loca que vibra cuando recuerda el roce de tus ardientes labios, del olor de tu cuerpo, la suavidad de tu piel, tu voz envolvente, y esa mirada, que siempre me embelesaba, penetrando en lo más hondo de  mis entrañas, acaparándolo todo, adueñándose de mí, y yo flotaba a tu lado. Esos recuerdos martillean mi cabeza, pero a la vez me acompañan, ¡te quiero tanto!, que aún soy feliz, y me estremezco tan solo imaginándomelos.
Pero al verte, la congoja acudió a mi garganta sin poder evitarlo, y dos lágrimas brotaron de mis ojos sin mi consentimiento, resbalando por mis mejillas, pero el viento se encargó de borrarlas con un soplo de aire caliente, aunque ellas tan solo se habían apiadado de mí, y de algún modo intentaban desalojar de mi mente parte del dolor.
De lejos pude divisar como estabas acariciando la piel de una mujer preciosa, joven, perfecta,  justo la que te  correspondía, a la que estabas entregando tu vida, de la misma manera que yo hice contigo, con el mismo ardor, la misma pasión; ahora era ella la que disfrutaba de tus atenciones, y se te veía  feliz, radiante,  yo  te  observaba, medio camuflada, con el pelo recogido y una enorme pamela que me ocultaba la cara, nunca me hubieras reconocido; aunque eso era fácil estabas demasiado entregado para advertirlo.
Mi mirada recorrió tu cuerpo tan perfecto, tan sensual, ese que me sigue volviendo loca, con el que sueño, al que añoro.  Ella se dejaba masajear,  pero era yo la que sentía tus manos en mi piel, recordando cuando tus manos se hundían en mi cuerpo, y luego yo salía victoriosa, liberada, con unas ganas renovadas por emprender contigo ese viaje al paraíso al que lograbas llevarme.
Pero de repente el chapoteo de unos niños en la orilla me hizo volver a la realidad, volver de ese letargo en el que estaba inmersa, y me sentí  mal, desconsolada, triste,  y de nuevo recuperé velozmente el paso huyendo del lugar, huyendo de ti….
Y los días han pasado, y los años también, hoy son tantos que ni me acuerdo, ya no llevo la cuenta; hoy que la melancolía se ha levantado conmigo, como de costumbre, ella que me acompaña diariamente desde que te fuiste, mi fiel compañera, parece que hoy ha querido abandonarme, una llamada de teléfono se ha interpuesto entre las dos,
-¡Hola!, quería verte.
El temblor de nuevo se apoderó de mí, ¡Eras tú!, y te respondí con un ¡Sí! rotundo, seguro, inquebrantable y nos hemos visto, tu mirada tenía otra luz y tu voz era dulce y apasionada, querías disculparte, explicarme, pedirme perdón. No podías vivir sin mí, aunque lo intentaste, pero yo callé tu voz con mis labios, y tu piel ha rozado la mía y yo me he dejado llevar por tus caricias que me han hecho vibrar, elevarme, fundirme en ti, esta vez no ha sido un sueño, esta vez era real;  ¡Tantos años soñando contigo!
Sé que la decepción no ha sido la que te devuelto a mis brazos, tenías que vivir tu vida, esa que yo con mi amor acaparé sin darte opciones. Sé que has tenido otros amores y que te han querido, casi tanto como yo, pero que para ti no han significado nada.
Y hoy ¡por fin!, nos hemos encontrado en el mismo punto, en las mismas condiciones, hoy el amor nos corresponde a los dos por entero, hoy los dos nos hemos hundidos en esos abismos inconfesables del  amor, y hemos salido victoriosos, liberados pero con unas ganas renovadas por emprender de nuevo la aventura.
Hoy por fin la entrega ha sido mutua de igual a igual, de amor con amor, de pasión con pasión. Hoy al fin somos dos enamorados, y yo lo acepto porque ahora tu si me amas, lo sé,  jamás me mentiste aunque te dejaras llevar, y el perderte fue lo mejor que nos pudo ocurrir, porque entonces  descubriste que era a mí a la que buscabas, sólo a mí... 


jueves, 13 de septiembre de 2012

¡La gran sinfonía de la vida!



        El ensayo comienza, la orquesta está preparada, el director, esta vez, no hará uso de su batuta, piensa que con sus manos logrará imprimir el carácter y la expresión exigida por el autor de la obra musical, de la solemne obra de la vida. Serán sus manos las encargadas de indicar los pulsos de  los compas, el tempo, las entradas de los diferentes instrumentos y juntos serán capaces de transmitir esos sentimientos tan profundos, como el dolor, la tristeza, la desolación, la felicidad, la euforia, el amor.

     La solemne obra de la vida se caracterizará por su misterio, por su belleza, ella llevará impresa la ambivalencia de la vida, la yuxtaposición caótica de acontecimientos, el análisis de conciencias discordantes, la oposición de la maldad sobre la bondad.

     La gran sinfonía de la vida se desarrollará en cinco movimientos diferenciados entre sí, el autor, en este caso el destino, tenía la intención de conseguir una obra perfecta, repleta de esos vaivenes que sufre el ser humano en ese recorrido, el que dura toda su existencia, en la vida; y aumenta el quinto movimiento para expresar un final que aún está por perfilar, aún no está pulido, habrá que esperar. Esos cinco tiempos tendrán una intensidad dramática que se prolongarán desde los arrebatadores scherzos hasta los arrasadores adagios.

     Los músicos ya están preparados, quieren lograr la sinfonía perfecta, las cuatro familias de instrumentos aúnan sus esfuerzos, no tocaran todos a la vez, hay momentos en el que algunos permanecerán en silencio, unos participaran de la obra en su totalidad, otros verán mermadas sus actuaciones a meras intervenciones, que aparentando pasar desapercibidas, si influirán, decididamente, en el resultado final.

     El director exige, guía, interpreta la obra, sus movimientos fluyen, e inesperadamente algo falla, aquel violín entró antes de tiempo, la flauta emitió un sonido discordante, y de nuevo vuelta a empezar, ¡ahora todo parece ir bien!, pero hay que estar preparados porque de nuevo surgen todo tipo de complicaciones, estas se suceden durante el ensayo de la obra, durante el ensayo de la vida, pero nadie se da por vencido, y extenuados, intentan conseguir el sonido perfecto, la expresión armónica de la gran obra, aunque surgen dudas, todo se convierte en una gran incógnita, en un gran misterio, todavía queda el ensayo final, y después la espera, la interminable espera de la representación ante el gran público, ese que será el implacable juez.

     Y ya ha llegado el momento, el director se abandona, implora el apoyo de los dioses, se santigua tres veces seguidas antes de presentarse al gran público, no quiere fallar, pero hasta el último momentos, solo será lo que el destino prevea que fuere, ya no depende de ningún integrante de la orquesta, aún todo está por......

domingo, 9 de septiembre de 2012

¡La decisión! (I parte)



            Eran las ocho de la mañana, demasiado temprano para levantarse teniendo en cuenta que era domingo, y que además no le tocaba guardia en el hospital.  Sofía no había podido dormir en toda la noche, estaba inquieta, nerviosa, ella se sentía la responsable y tenía pavor, miedo. Así que decidió levantarse, se preparó un café y se sentó delante de la mesa de esa pequeña cocina, de su  pequeña casa; intentaba dar pequeños sorbos a un café, con leche condesada, que aún humeaba de lo caliente que estaba, pero ella no podía esperar, no importaba que sus finos labios aún sonrosados, se quemaran, ese café, todas las mañanas, lograba su reanimación, su fuerza para enfrentarse al día, que a veces parecía interminable. Ese café era la necesidad que su organismo necesitaba, que era capaz hasta de lograr apaciguar la ansiedad que sufría; extraño cometido para la cafeína, que seguramente se apiadaba de Sofía proporcionándole, justo, ese atisbo de serenidad que necesitaba, y en ella funcionaba, pero tan solo en ella.
Su hijo también se había levantado, entró en la cocina y le dio un beso:
            -¿Qué tal has dormido?-, le preguntó Sofía.
            -Fatal, estoy impaciente pero a la vez tengo cierto temor. Ahora que tan solo me faltan-, Alejandro miró el reloj de la cocina, -tres horas para conocerlo, me pregunto si tanto esfuerzo habrá merecido la pena.
            -Claro que sí. Tú siempre lo has buscado y ahora debes  estar satisfecho, por fin lo has logrado. Además no debes tener miedo, Alexandre te tratará muy bien, el era una persona maravillosa, muy parecida a ti, así que debes tranquilizarte.
            -¿Vendrás conmigo?
            -No puedo, no sabría cómo enfrentarme a él, no me siento capaz de mirarlo a la cara. ¡Por favor no me hagas discutirlo de nuevo!, repetir una y otra vez lo mismo, no va a conseguir que cambie de opinión.
            -Mamá, es que también es “tu problema”, no lo olvides, tú fuiste la causante de todo.
            -Lo sé cariño, y por ti doy la vida, simplemente se positivamente que yo no te valdría nada más que para entorpecerte. Además si lo miras desde otro punto de vista, mi presencia os restaría  la intimidad  que necesitáis, y te haría perder parte de esos momentos robados, precisamente por mí. Ya es hora que la vivas como el protagonista real de esta historia.
            -Vale, ya sé que a cabezona no hay quien te gane. Voy ducharme y mientras, ¿me podrías preparar el té y unas rebanadas de pan tostado?-, le pidió Alejandro a su madre zalameramente.
            -Claro, enseguida lo tienes listo.
Carlos se fue y Sofía de nuevo se quedó a solas en la cocina, preparó el té verde que tanto le gustaba a su hijo, con leche desnatada, y sacó del frigorífico el pavo, el queso de burgos y la nocilla, a continuación cortó cuatro rebanadas del pan integral, y ya estaba todo listo a falta de tostar el pan, pero no quería que Carlos las tomara frías, así que esperaría a que terminara de ducharse.
De nuevo se sentó delante de la mesa, cogió el vaso de café, que ya se había quedado helado,-¡con la rabia que le daba no tomárselo caliente!-, bueno el día se presentaba muy raro, y ese tan solo había sido el comienzo.
Sofía dejó caer su cabeza entre sus manos, tenía los codos apoyados en la mesa, y los ánimos por los suelos, -¡esta maldita menopausia!-, siempre era bueno tener algo a lo que echar la culpa de todo. Ahora  a sus cincuenta años, notaba como todo dejaba de tener sentido, se sentía vacía, sin ganas de nada. Su único motor ahora era su hijo, antes también lo fueron  sus padres, que tanto la habían ayudado, pero ya no estaban con ella, bueno en realidad no la habían dejado sola del todo, porque aparecían todas las noches en sus sueños; los veía en las fotos, en los videos, pero no los podía tocar, ni besar, ni abrazar y los echaba de menos. Y su hijo  ya hacía dos años que no vivía con ella, justo desde que terminó la carrera de medicina, con su correspondiente especialización en cirugía cardiaca, ahora estaba realizando unas prácticas con una beca que había conseguido; pero claro, Carlos necesitaba su intimidad, sus momentos de libertad, así que alquiló un pequeño apartamento al pie de playa, muy cerca del hospital.
Sofía se había acostumbrado a la soledad, no le gustaba salir, tan solo el tiempo de ir a trabajar y el obligatorio para comprar alimentos y todo el resto de cosas que se necesita en una casa, se había convertido en un ser antisocial. Sus amigas, las separadas y divorciadas, tenían muchas ganas de juerga y siempre le insistían para que las acompañara,
-Sofía, hija, no te das cuenta que la vida son dos días y hay que sacarle partido. Eres una sosa, parece como si hubieses contraído “un pacto de clausura”, ¡Que no eres ninguna monja!, ¡Espabila!
Ellas cuando hablaban de “sacarle partido a la vida”, se referían a salir de baile, ligar, coquetear con todos los que estuvieran a su alcance, y vestirse con ropa que ya no acompañaba ni a la edad, ni a las figuras; y eso a ella no le gustaba, se aburría, no le encontraba sentido, ¿sería un bicho raro? Aunque algunas veces, por no escucharlas, Sofía cedía y se disfrazaba con ropa sugestiva y se subía a unos zapatos de tacón, pero siempre acababa pesando lo mismo,
-¡Espero que se cansen, y podamos volver a casa!
Su hijo también le daba, mil veces la carga, con el mismo tema,
-Mamá, de veras no te entiendo, ¿Por qué no sales con tus amigas?, aún eres joven, nadie diría la edad que tienes, eres elegante y muy, muy atractiva. Seguramente  conocerías a alguien con quien compartir tu vida.
-Ya, ya, deja de alagarme tanto, este fin de semana seguro que saldré de fiesta-, Sofía siempre le contestaba lo mismo a su hijo, le agotaba tener que justificarse, dando siempre las mismas explicaciones que a nadie, ni les servían ni las llegaban a entender,  y ¡era tan simple!, algo había en ella que no la hacía feliz en esos entornos tan superficiales, se sentía incómoda, no tenía ningún interés por compartir su vida, le bastaba con su hijo.
Sofía disfrutaba dando paseos a solas por la orilla de la playa, y sentándose en su butacón a leer, horas y horas, sin que el tiempo importase. Bueno, eso cuando su trabajo como enfermera, y los trabajos domésticos le dejaban tiempo libre, y así era feliz, no tenía más pretensiones, todo era así de simple en su vida.
Sofía trabajaba en el mismo hospital que lo hacia su hijo. Aunque había días que ni se veían, pero no podía quejarse, Carlos se acercaba mucho a la casa, y  de paso se llevaba los congelados de comida y la repostería que Sofía le preparaba; eso era otras de las cosas que llenaban su vida. Pero hoy un hecho importantísimo lo acaparaba todo, hoy su hijo Carlos iba a conocer, ¡por fin!, a su padre.
-Mamá, ya estoy aquí, ¡qué buena pinta tiene esto!, eres la única que me prepara estos desayunos, ¡ni yo consigo hacerlo como tú!
-Claro, todo sabe mejor si te lo ponen por delante. ¡Listo!, que eres un listo. Bueno quiero que este día disfrutes muchísimo, me hubiera gustado que las cosas fueran de otra manera, metí la pata, me equivoqué…
-Vale, deja de culparte, en realidad lo hiciste mejor que nadie, fue un gran acto de sacrificio, aunque a veces, inconscientemente yo te diga alguna barrabasada-, y Carlos acercando la cara a su madre, le estampó dos sonoros besos.
-Bueno, date prisa, ya tan solo te queda una hora, y no estaría bien que lo hicieras esperar.
Carlos terminó el desayuno, cogió las llaves del coche y salió pitando hacía la cafetería del hotel donde se había alojado su padre. Pensaba pasar todo el día con él, ¡tenía tantas cosas que contarle, tantas preguntas que hacerle!, todas esas que  se habían acumulado en su mente con el paso de los años.
Sofía recogió todos los trastos del desayuno y se preparó de nuevo otro café, esta vez se lo quería tomar caliente, muy caliente. Mientras el café se hacía, Sofía se dirigió a su cuarto y buscó una caja que tenía guardada en el armario, la localizó y se la llevó a la cocina, ya el café estaba hecho, se lo echó en una taza bastante grande, más dos cucharadas de azúcar y dos de leche condensada,
-¡Una exageración!, tengo que contralar mi adicción por el azúcar. Bueno, eso será otro día.
Se sentó de nuevo delante de la mesa, con el café por un lado y la caja por otro, la abrió y empezó a rebuscar en su interior, sacó unas cinco fotos y tres tarjetas postales. Relajadamente empezó a mirar una por una, eran fotos en las que estaba Alexandre y ella, haciendo muecas, pantomimas, dándose un beso, y es que tenían mucha complicidad, los dos estuvieron unidos, muy unidos, solo por un tiempo.
Se fijo en una foto en la que los dos estaban en la playa y  le vino a la memoria el día que conoció a Alexandre. Ella estaba estudiando segundo de enfermería y vivía en un piso que compartía con dos amigas, pero una de ellas decidió irse a vivir con su novio, y a ellas las dejaron con una habitación libre,
-Sofía, mira por donde, mi amigo Alexandre también está buscando una habitación y yo le he dicho que en casa hay una libre, además es un buen compañero de clase y yo le aprecio mucho, así que hemos tenido suerte.
-Pero, yo nunca he vivido con un chico, me da apuro, si mis padres se enteran seguro que no les sientan nada bien.-, le contestó Sofía a su amiga.
-Vamos no seas cría, ya sé que no estás acostumbrada, ¡eres una chiquilla!, pero confía en mí, Alexandre es una maravilla de persona y también es de mi edad, así que tú serás la mimada del grupo, no te quejes que vas a estar muy bien cuidada.-, le contestó su amiga………..

¡La decisión! (II parte)




…………Alexandre y su amiga estaban en el último año de prácticas realizando la especialización de  traumatología. Esa misma tarde Alexandre fue a la casa, que le encantó, y rápidamente se acomodó en la habitación vacía. Desde ese momento la vida de Sofía iba a cambiar completamente, desde ese momento habría un antes y un después, su vida quedó atrapada, pero eso no lo supo hasta varios meses después.
Su amiga tenía toda la razón, Alexandre era un ser encantador, era francés aunque se vino  a España para estudiar medicina, se manejaba muy bien con nuestro idioma, los veranos cooperaba con una ONG, y su objetivo era terminar la carrera y entregarse totalmente a la ayuda de esas personas despojadas de todo, sin medios para subsistir en este mundo que no cuenta con ellos, no existen, son la nada más absoluta, un estorbo y a veces una justificación para aplacar las conciencias de los poderosos, pero tan solo por unos momentos, al final todos se olvidan, y ellos siguen ahí, muriendo de hambre, conviviendo con el dolor  como compañero de viaje, de este viaje que realizamos por este cruel mundo y sin esperanza alguna. Alexandre estaba tan concienciado, que sentía un gran débito con estas personas, y ya lo tenía organizado, al año siguiente se iría como cooperante para poner sus conocimientos al servicio de ellos.
Desde el minuto cero Sofía se enamoró perdidamente de él, era el arquetipo de hombre con el que jamás soñó  que pudiera encontrase, pero era consciente que Alexandre era inalcanzable, el era mayor y a ella la veía como la pequeñaja, así que con mucha resignación aceptó el papel que le tocaba en esta historia, la de conformarse con ser su amiga, y desde el primer momento se estableció entre ellos cierta complicidad, tenían las mismas  inquietudes, les unía los mismos valores sociales, el modo de entender la vida, ¡en fin!,  se llevaban horas y horas hablando, hasta que su compañera los tenía que mandar a callar porque al día siguiente había que levantarse temprano.
Y así pasaron los primeros meses. Pero después de las vacaciones de Navidad y los tres retomaron la normalidad en sus vidas, ocurrió que un fin de semana su compañera, se fue con un grupo de amigos, de acampada, Sofía pensaba que le tocaba quedarse sola porque Alexandre, como todos los fines de semana, se iba a la casa de algún amigo y no aparecía hasta el lunes.
-¡Hola mon petite!
-¡Hola!, pensaba que ya te habrías marchado-, le contestó Sofía a Alexandre, muy sorprendida, creyó que ya se habría marchado.
-No, hoy he pensado que como tú te ibas a quedar sola, pues podríamos preparar un fin de semana especial para los dos.
-¿Entonces no te vas?
-No, me queda muy poco tiempo para disfrutar de tu compañía, y, bueno, si no tienes otros planes, ¿qué te parece si nos ponemos un chándal y nos damos un paseo por la playa?, luego podemos comprar comida en un chino, alquilamos películas, y nos pasamos el día en casa, atiborrándonos de porquerías.
-¿Podemos comprar pasteles para la merienda?
-Perfecto, así que prepárate que nos vamos.
-Enseguida estoy lista, me ducho, arreglo mi cuarto y salimos.
Sofía no cabía en sí de gozo, no se lo podía creer. No quería desaprovechar ni un minuto, y en un periquete estuvo  lista, Alexandre ya estaba esperándola en el comedor.
-Guau, ¡estas preciosa mon petite!, ¿Qué te has hecho?
-¡Ah!, lo dices por el pelo, es que siempre lo llevo recogido con el coletero, es mucho más cómodo y rápido, solo me lo dejo suelto en momentos especiales, como este-, contestó Sofía riéndose
-Nunca me habría imaginado la belleza de tu pelo, me has dejado asombrado, realmente estás preciosa.
-Vale, eso significa que nunca te has fijado en mí, y has pasado del aspecto que tengo; fíjate los piropos que me has hecho, simplemente por quitarme el coletero. Si me vieras vestida y arregladita para ir de fiesta, entonces qué me dirías.
-Te diría que eres la mujer más bella que haya visto en mi vida-, Sofía volvió a reírse, pero esta vez a carcajadas, sabía que Alexandre estaba de broma y no le hizo demasiado caso.
Los dos salieron del apartamento y tres horas después estaban de vuelta, llegaban  hablando por los codos y cargados con una bolsa llena de comida china, una bandeja de pasteles, y cinco películas, se acomodaron en el sofá y empezaron a comer, Sofía no paraba quieta ni un momento,
-Sofía come que se enfría la comida, deja de hablar que no paras.
Cuando terminaron de comer Sofía preparó café y colocó la bandeja de pasteles encima de la mesa,
-¡Tengo unas ganas de comerme ese merengue!, es que a mí los merengues me encantan, son deliciosos-, y Sofía cogió el merengue y le dio un bocado, pero claro como pasa siempre con los merengues, sus labios se le quedaron impregnados de esa glasa blanca tan dulce y apetecible, pero de repente unos labios que no eran los suyos se relamían de satisfacción, eran los de Alexandre,
-¡Oh!, si, está delicioso-, Y Sofía se dejó llevar, las películas se quedaron, en la mesa, sin salir de su caja, ese fin de semana descansaron, no tuvieron que someterse a los giros interminables de ningún aparato, ese fin de semana nadie les iba a prestar la menor atención, porque los protagonistas de ese fin de semana no iban a ser ellas, habían sido desbancadas por una pasión incontrolada que había surgido entre dos personas, donde la razón no atiende a razones, donde la voluntad deja de tener poderes, donde te adentras en los abismos del placer, sucumbiendo a ellos, dejándote llevar, sin tener prisa por regresar a la realidad.
Desde aquel día Alexandre dormía todas las noches en la cama de Sofía, y durante el resto del tiempo se establecía la normalidad más absoluta, nunca hablaban de lo que habían sentido la noche anterior, en su vocabulario jamás existió un “te quiero”,  ni “te amo”, solo un “me vuelves loco”, que Alexandre dejaba escapar de sus labios cuando estaban entregados, en ese tránsito entre el delirio y la locura, y que para Sofía era más que suficiente,  no aspiraba a nada más.
Al  llegar el mes de mayo, en el pequeño apartamento todo era un puro revuelo;  Alexandre estaba ultimando los detalles de su viaje, en julio saldría con un grupo de cooperantes hacia el centro de África, pero antes iba a pasar unos días con sus padres en Francia; su amiga también estaba muy nerviosa, tenía prisa por terminar para volver a su ciudad, su padre le había conseguido un contrato en una clínica privada, y Sofía andaba preocupada, no se encontraba bien, esas fatigas de la mañana la dejaban trastornadas para todo el día, pero ella no contó nada, bastante tenían los dos con sus problemas como para aumentarles una preocupación más,
-Tengo que ir al médico, mañana sin falta pido cita-, se dijo para sí.
El día siguiente marcó su vida definitivamente, el médico le aconsejó que se hiciera un test de embarazo, o que llevara a analizar la orina. Ella se decanto por el “Predictor” que la sacó de dudas rápidamente, estaba embarazada. Sofía supo de inmediato que no debía contárselo a Alexandre, no tenía ningún derecho a cargarle con un peso más de los muchos con los que iba a tener de ahora en adelante, la labor que iba a emprender era mucha responsabilidad y a lo mejor la idea de ser padre lo podría echar todo por tierra. No, no de ningún modo le haría ese chantaje, Alexandre no se lo merecía.
Y por fin tuvieron que despedirse, cada uno partía para un sitio distinto, seguramente no se volverían a ver y no hubo lágrimas, ni un asomo de tristeza, tan sólo unos besos y un simple:
-Ha sido un placer conoceros,
- Igualmente,
-Quizás nos volvamos a ver, ¿quién sabe?
Ahora a Sofía le quedaba un duro trago que pasar, y era contárselo a sus padres, pero estos respondieron a su hija como unos padres generosos, la cuidaron, cuidaron de su bebé para que ella pudiera termina sus estudios, y cuando logró aprobar las oposiciones y obtuvo una plaza en el Hospital de su ciudad, decidió que ya era hora de tomar las riendas, y se fue a vivir sola, aunque los abuelos iban muy temprano a la casa, le llevaban el niño, primero a la guardería, y después al colegio y así pasaron los años; luego le tocó a ella acercarse a casa de sus padres para ayudarles, no quería que les faltara de nada, le llevaba a Alejandro todos los días, ¡le debían tanto!; pero se fueron a otro lugar, a ese del que ya nunca se vuelve………..

¡La decisión! (III parte)



……….Sofía recordaba cómo sus padres  le habían advertido:
-Cariño, tienes que plantearte como contarle a Alejandro quien es su padre, ya no le vale con la excusa que trabaja muy lejos. Ahora no para de preguntar por él y nosotros no sabemos qué decirle, ya tiene siete años y es un niño muy maduro para su edad.
-Tenéis razón, un día de estos le explico, no os preocupéis.
Y llegó el día que tanto temía, el día que Alejandro con ocho años de edad se enfrentó a su madre pidiéndole explicaciones:
-Quiero que me digas la verdad, quiero saber si mi padre está muerto y por eso no quieres decírmelo, o es que no me quiere y por eso no viene a verme. Aunque tú me digas que está viajando, ¡Eso es mentira!
Sofía cogió la mano de su hijo, lo llevó hasta el sofá, se sentaron y empezó a contarle la verdad, toda la verdad. Al finalizar, su hijo empezó a llorar, abrazándose a su madre:
-Entonces no le veré nunca, ¿verdad?
-Si cariño, sí que lo verás,  ahora empezaremos a buscarlo, creo que no será muy difícil dar con él, y te prometo que lo conocerás, los dos tenéis derecho, ¡Perdóname!
A partir de ese momento Sofía comenzó con una búsqueda infructuosa, se puso en contacto con todas las ONG que había en España, y preguntaba por Alexandre Lambert Duval, un médico cooperante, pero siempre la misma respuesta, nadie le conocía, no tenían ese nombre en sus archivos. Pero Sofía no lo daba por perdido así que seguía y seguía, recurrió hasta a las Embajadas, pero tampoco hubo suerte. Con esa búsqueda cargó años y años hasta que Alejandro cuando fue mayor la relevó en el cometido, y cuando salía de viaje, a todos las ciudades o países que llegaba, realizaba los mismos intentos de averiguaciones, pero tampoco encontró respuestas.
-Mamá creo que no lo encontraremos jamás, igual ha muerto, pero es muy raro que su nombre no aparezca en ningún sitio. No lo entiendo, cada vez estoy más descorazonado-, Sofía no sabía qué argumentos dar a su hijo, era verdad, ella también lo veía imposible.
Tuvieron que pasar varios años más y cuando la esperanza ya se había convertido en un estado de ánimo obsoleto en sus vidas, una noticia muy trágica estaba siendo retransmitida en todas las televisiones, al parecer, justo hacía tres días, dos cooperantes franceses de la misma ONG en la que supuestamente estuvo su padre, habían sido secuestrados en un poblado del centro de África, se trataban de un médico y un periodista. De nuevo volvió la inquietud y el desasosiego, Alejandro llamó a su madre:
-Mamá, ¿te has enterado de la noticia?
-Sí, pero ahora no puedo hablarte, tenemos varias  urgencias y estoy muy liada, luego hablamos, besitos.
-Vale, ahora voy a ir a la sede de la ONG, a ver qué me dicen, luego te cuento.
-Suerte cariño, hasta luego entonces, ¡Ah!, te espero para comer, no te olvides.
Alejandro se dirigió hasta la sede, allí una chica muy agradable le atendió, buscó en el ordenador de todas las maneras posibles, pero nada de nada,
-Puede ser que los datos de ese señor se hallan extraviado en algún traspaso de oficinas, ten en cuenta que en aquel tiempo los datos no estaban informatizados.
-Tienes razón, es muy difícil, llevo años intentándolo pero no consigo ninguna información, es como si se lo hubiese tragado la tierra.
-¿Has preguntado en la embajada de Francia?
-Si en varias ocasiones, pero nada, no hay ningún dato de su existencia.
-Ahora hay un embajador nuevo, este señor, según se cuenta, se llevó muchos años perteneciendo a esta ONG, y estuvo metido en muchos de los conflictos en el centro de África, pero lo dejó, no podía con tanto sufrimiento. Quizás el pueda ayudarte, tu padre tiene que ser de la  misma época que él, más o menos tienen que tener la misma edad.
-Gracias por la información que me has dado, has sido muy amable.
-De veras, hazme caso y ve a verlo, es un hombre muy sencillo y agradable, lo sé porque aquí se habla mucho de sus  logros.
Alejandro salió de las oficinas otra vez desanimado, sin ganas de volver a intentarlo, no tenía ganas de acercarse hasta la embajada, pero la chica que lo había atendido había sido tan agradable que se sentía en deuda, así que se dirigió hasta la embajada francesa. Una secretaría sería y muy metida en su papel le pregunto por el motivo de su visita:
-Verá me han contado que el embajador fue cooperante de la misma ONG en la que estuvo mi padre por aquel tiempo y  me gustaría saber si pudo conocerle, el es médico y se llama Alexandre Lambert Duval-, la secretaría anotó el nombre en una libreta y se marchó, pero, en un visto y no visto, ya estaba de regreso.
-Por favor pase a esta sala, el embajador le atenderá en cuanto termine con una reunión, me ha encargado encarecidamente, que le espere.
-Tenía razón la chica, no me han puesto ninguna pega, y lo raro es que el embajador me atienda personalmente. Bueno me dirá lo de siempre, pero esperaré-, pensó Alejandro.
No habían transcurrido ni diez minutos cuando la secretaria apareció de nuevo,
-Por favor sígame.
Al entrar en el despacho, un hombre regordete con cara afable y marcado acento francés, se acercó hasta el tendiéndole la mano y rogándole que tomara asiento.
-Por favor, explíqueme el motivo de su interés por esta persona-, le preguntó el embajador y Alejandro le contó su historia.
-Mire, no le puedo dar ninguna información, tan solo le daré un número de móvil, y espero que encuentre la respuesta.
-Entonces, ¿eso significa que lo conoce?, ¿qué aún vive?, ¿qué puedo encontrarlo?….
-No puedo decirle nada más, y ya entenderá el porqué, tenga llame a este número.
Alejandro salió eufórico, pero a la vez intrigado y lleno de curiosidad, no podía esperar, así que marcó el número del móvil, y al otro lado una voz le respondió,
-Allô?
-Buenas, pregunto por Alexandre Lambert Duval-, Alejandro obtuvo un gran silencio por respuesta, hasta que de nuevo escuchó:
-Porque pregunta por esa persona, quien es usted-, Alejandro, de nuevo empezó a contar su historia, la persona que estaba escuchándolo le atendía sin hacerle ninguna interrupción, esperó pacientemente.
-Yo soy Alexandre, no tenía ni idea de esto, pero me has dado una gran noticia, ahora estoy en Francia, he venido a ver a mi familia, pero mañana tomo un vuelo y voy a conocerte.
Alexandre corrió hasta la casa de su madre, tenía que darle la buena noticia, era un milagro, sus súplicas de tantos años habían sido atendidas.
 Y hoy por fin llegó el gran día, y Sofía seguía sentada con la mirada perdida en las fotos,  recordando todo su pasado y se sentía mal, sin querer había causado mucho daño. Ahora tan solo quería que su hijo fuera feliz, lo merecía. Miró el reloj y pensó que se le haría interminable la espera, estaba deseando que Alejandro le contara sus sensaciones, todo lo que habían hablado, como estaba Alexandre, y si alguna vez se había acordado de ella:
-Bueno eso no se lo preguntaré, mejor que no.
Sofía se sentó en el butacón, cogió dos libros y empezó a leer, quería centrar su atención en las vidas ficticias de otros, en otras historias irreales, o reales, vete a saber; pero lo importante era dejar de pensar en ellos, relajarse y esperar, tan solo, esperar. Por lo visto se quedó dormida, porque al rato las llaves de la puerta y su hijo que gritaba la sobresaltaron:
-Ven aquí-, y agarrando a su madre en brazos, empezó a darle vueltas y vueltas mientras gritaba entusiasmado,
-Mamá ha merecido la pena, mi padre es genial, tenías razón es una persona maravillosa…
-Alejandro, suéltame que me mareo, venga cuéntame.
-No, perdona pero no te voy a contar nada más, todo lo que quieras saber se lo tendrás que preguntar tu misma. Te aviso que mañana tienes que levantarte muy temprano, le he invitado a desayunar, y a las nueve estará aquí.
-Pero como has podido hacerme esto, ¿qué le voy a decir? Tú te quedas esta noche, no quiero estar sola cuando llegue, no sabría….
-De acuerdo, me quedo, y te echaré un cable……..

¡La decisión! (IV parte)



………..Sofía no pudo dormir en toda la noche, se levantó a las siete de la mañana, se fue a la cocina y preparó crêpes, y chocolate, luego se duchó pero no sabía que ropa ponerse, quería estar guapa, se dejó el pelo suelto, recordó que a él le gustaba, al final se colocó los vaqueros y una camisa arregló  el comedor y esperó, de repente  el timbre de la puerta sonó con insistencia, como teniendo prisa, y ella dio un respingo y se puso de pie, también tenía prisa, tenía ganas de verlo, pero de repente se paró en seco,
-¡Dios mío!, ¿qué hago ahora?, y Alejandro durmiendo todavía-, Sofía no tuvo tiempo de seguir pensando porque de nuevo el timbre sonó con más fuerza, ella aligeró el paso y giró el pomo de la puerta. Delante de ella estaba Alexandre, más guapo que antes, con una barba canosa que le proporcionaba  cierto aire descuidado, su pelo gris, una sonrisa encantadora y su mirada que la dejó desconcertada, no sabía que decir, ni cómo actuar……Alexandre se  acercó a ella y dándole dos besos, le dijo:
-¡Cuánto me alegro de verte, mon petite!-, estas igual que antes, como te he imaginado durante todos estos años, como te he soñado desde que me fui. Perdona, ha sido un pequeño lapsus, es que estoy eufórico, el saber que soy padre de Alejandro, me ha convertido en el ser más feliz de este mundo, y que tú seas la madre, mucho más.
-Pasa, Alejandro aún no se ha levantado, pero enseguida lo llamo, siéntate un momento-, Sofía no pudo articular ninguna otra frase, todo lo que acababa de escuchar le sonaban a frases irreales, a esas que se dicen los enamorados en los libros. Estaba temblando como un flan, y dejó a Alexandre en el comedor, y ella huyó hasta la habitación de su hijo, tenía que levantarse, tenía que ayudarla.
-Ya voy, enseguida me levanto, pero no dejes a Alexandre solo, va a pensar que es una descortesía-, le respondió su hijo, que tenía toda la razón, así que de nuevo fue al comedor.
-Perdona mi comportamiento esta situación es demasiado difícil para mí. Te debo muchas explicaciones, pero no tuve otra alternativa, lo hice para no comprometerte, no quería obligarte con una responsabilidad hacia alguien que solo era tu amiga, una compañera de las muchas que tenías, y que de repente   te iba a cargar de por vida con un hijo. Además tenías tantos proyectos, que no me atreví. Perdona.
-Alejandro me contó cómo fue todo, y tan solo tengo que sucumbir ante tu generosidad, pero equivocada, muy equivocada. 
-Tienes razón mi modo de actuar fue el equivocado, pero cuando Alejandro quiso saber de ti, yo empecé a buscarte, y parecía que no existías y así ha sucedido durante todos estos años.
-Lo de la equivocación no es por eso, si no porque para mí eras mi pequeña, pero mi gran amor, a nadie he querido más que te quise a ti, tenía miedo de esa locura que vivía todas las noches contigo, y durante todo este tiempo aún no he logrado borrarte de mi cabeza. Si me hubieses contado tu embarazo, yo no te habría dejado nunca, perdóname por no decírtelo en su momento.
Alejandro entró en el comedor, vestido y dispuesto a salir,
-Alexandre sobre las cinco estaré de vuelta, como habíamos quedado. Ahora os dejo, tenéis demasiadas cosas que contaros-, Sofía no sabía si alegrarse o salir corriendo, pero se quedó y hablaron durante horas y horas, aunque el tiempo pasó demasiado aprisa, velozmente, convirtiéndose tan solo en un sueño fugaz. Alexandre le explicó como en uno de sus primeros viajes le tocó ir a Goma, al este de la República Centroafricana, allí tenían montadas dos  clínicas móviles, la zona era muy conflictiva, las milicias estaban en continua lucha y  la gente tenía que desplazarse kilómetros para hacer una consulta médica. Alexandre no podía con tanto horror cuando le tocó ver como poblados enteros eran masacrados, reducido a cenizas, la gente descuartizada; a veces apresaban a las jóvenes a las que sometían a toda clase de vejaciones y luego se deshacían de ellas. La situación se estaba volviendo insostenible y les habían ordenado abandonar Goma porque corrían peligro,
            -Fue entonces cuando, sin pensarlo dos veces, cogí el todoterreno que teníamos y me dirigí hasta el campamento donde sabía que tenían apresadas a cinco jóvenes, no te puedo explicar cómo lo hice, porque ni lo recuerdo, el caso es que logré ponerlas a salvo llevándolas a otro poblado, pero una de las chicas que apenas tenía unos quince años la habían violado y estaba embarazada, su salud era muy débil y yo sabía que si la dejaba moriría. Mi actuación supuso un gran problema para la ONG, nos hemos llevado años sin poder acceder a ese poblado, y a mí me cambiaron la identidad, había un grupo de milicianos que tenía conexiones y se pondría en peligro mi familia, así que por eso tan solo te pude mandar tres postales, después Alexandre Lambert Duval tuvo que desaparecer ahora me llaman Paul.
-Lo siento te ha tocado vivir una vida muy dura, ¿aún sigues cooperando?
-Sí, no he dejado de hacerlo en ningún momento, ahora me habíais pillado en Francia visitando a mi familia, porque conseguí llevarme a la chica que rescaté, me tuve que casar con ella, para que pudiera obtener la nacionalidad, se llama Diane y su hijo, bueno nuestro hijo, se llama Eric,  nació en Francia, mis padres se ocuparon de ella y del niño,  ahora es todo un ingeniero, es un  hombrecito muy listo y estoy muy orgulloso de él. Ellos son mi única familia, hasta ahora. Pero tú, ¿cómo no te has casado?
-Bueno, hoy toca sincerarnos y contar la verdad, aunque salí con varios chicos ninguno, ni de lejos, logró penetrar en mi corazón del modo que lo hiciste tú, así que prefiero estar así, a mi modo soy feliz, bueno o lo que sea.
De repente el sonido de las llaves y la voz escandalosa de su hijo, le hicieron regresar a la realidad,
-Ya estoy aquí, ahora me toca robártelo, lo siento pero ahora es mío-, dijo Alejandro que entró en la casa como un elefante en una cacharrería, tropezando con todos los muebles, ¡es que la casa era tan pequeña, que era normal! Y los dos se fueron y Sofía se quedó aturdida, pormenorizaba en su mente todo lo que habían hablado y sintió nostalgia,
-Si se lo hubiera contado, nuestra vida hubiese sido diferente, me la he perdido y ya sí que no hay esperanzas, aunque en mi interior aún guardaba un pequeño atisbo de ella, ahora ya ha desaparecido por completo, el ya  tiene su familia.
Pero de nuevo la vida le tenía reservado otro varapalo, ahora Alejandro fascinado por la labor que Alexandre estaba desempeñado, había decidido ir con él, era la única oportunidad que tenía de resarcirse de la carencia de su padre, además también tenía sus mismas inquietudes, así que de la noche a la mañana, Sofía se quedó completamente sola. Su hijo se ponía en contacto con ella, cada vez que podía. Con Alexandre no volvió a hablar, tan solo le mandaba saludos a través de su hijo. Ahora sí que la nostalgia la había invadido por completo, ella era su única compañera. Pero de nuevo una llamada:
-Mamá, mamá, ¿estás ahí?, contesta.
-Sí, pero se oye muy mal, ¿te ocurre algo?
-Oye, escucha ha ocurrido algo muy grave, papá se había traído a Diane, y a Eric, que quería reencontrarse con sus orígenes, pero cuando venían para acá han atacado la camioneta y los han matado a todos, papá está vivo  de milagro, aunque está herido y totalmente hundido. Escucha, lo llevan para Bélgica, no se a que aeropuerto ni a qué hospital, tú tienes que informarte, te pido que estés allí para cuando llegue.
-¿Pero qué dices?, no te entiendo muy bien, como voy a ir yo, seguro que irá su familia, no es mi lugar.
-MAMAAAAÁ!!!!!!!, ¿te has enterado que han matado a su familia?, que ahora está solo, no le queda nadie,  tan solo estamos tu y yo, así que ponte en marcha ya. Yo no puedo abandonar el centro hospitalario, tan solo somos tres médicos y no damos a basto, son mucho los que nos necesitan. Besos te llamaré en cuanto pueda.
Sofía no podía creerse lo que estaba sucediendo, ¿tan cruel podía ser la vida con una persona que tan solo pretendía ayudar a los demás?, era demasiado triste-, pensó, y entonces se reveló, esta vez no se iba a equivocar, esta vez su decisión debía ser la acertada, y entonces descolgó el teléfono y se puso en contacto con la ONG donde le pudieron indicar el hospital al que trasladaban a Alexandre, se fue a la agencia de viajes, compro un billete para Bélgica, el avión saldría al día siguiente a las veinte horas, tiempo más que suficiente para guardar algo de ropa en una pequeña maleta, pedir en el trabajo un año de excedencia por motivo de enfermedad familiar, y dejar la casa medio en orden.
 Ahora la nostalgia había desaparecido, ahora una fuerza interior, inusitada y enérgica, la había acaparado, ahora tenía que tomar las riendas, tenía que luchar contra todo lo que se interpusiera entre Alexandre y ella, ahora ya no estaba dispuesta a perderlo, había llegado su momento.