domingo, 23 de septiembre de 2012

¡Solo amor!!!


After the Misdeed (1890)
De Jean Béraud


Hoy me he levantado pensando en ti, aún después de tanto tiempo sigues estando ahí, sigues siendo mi amor, tan solo eso, tan simple y  tan infinito, tan valioso y pertinaz como siempre.
         Ahora, a mis cuarenta y ocho años, cuando me encuentro en ese tránsito donde la juventud ya se agotó y va llegando con sigilo la madurez, esa que me engullirá de un modo despiadado, sin darme tregua ni opciones; precisamente ahora, estoy sola, tú me has dejado, y hasta lo comprendo,  pero a pesar de todo tenía esperanzas, creía que después de esta gran travesía que hemos efectuado juntos ya nada nos separaría, éramos tan cómplices, tan amigos,  tan felices, pero no ha bastado, ya no recuerdas nada, todo lo tiraste por la alcantarilla, mi vida, tu vida. No, perdón, por un momento he olvidado que la tuya  brotó de nuevo, como las flores en  la primavera, con todo su esplendor. Es la mía, la que se ha quedado vacía, rota, hecha añicos, y sin posibilidad de recomponer los pedazos, no me siento capaz.
Creí por un momento que con esa felicidad que vivíamos bastaba, pero no, había algo que nos fallaba, algo que no dependía ni de mí ni de ti, era tu amor, que aunque lo intentaste nunca pudiste tenerme. En mí sucedía lo contrarío, yo te amaba y te ¡AMO!, pero con mayúsculas, desesperadamente, con locura, dejando de existir si no estás a  mi lado,  quiero verte, olerte, besarte, fundirme en ti, porque si no, nada tiene sentido.
Te amé desde siempre, desde que te vi por primera vez, allí sentado en el banco de la facultad, buscando algo entre tus apuntes, con tus gafas que intentaban ocultar esos perfectos ojos de color azul, como el mar en estado de calma, sin marejadilla de fondo, limpios, cristalinos, brillantes. Y desde aquel momento fui tuya, enteramente tuya, lo supe desde ese instante, y aunque no nos hubiésemos hablado en la vida, yo jamás te hubiera olvidado. Lo sentí tan profundamente que comencé a temblar cuando, al pasar delante de ti, me preguntaste:
-¿Sabes dónde está la biblioteca? -Mi corazón estuvo a punto de estallar, latió con tanta fuerza, que hasta los folios se me cayeron al suelo, y tú me ayudaste a recogerlos. A partir de ahí fui tuya, sin condiciones, sin pactos previos, sin pedirte nada a cambio. Era yo la que te amaba y tú el que te dejabas amar, me querías, pero a tu modo, y fuimos felices de esa manera, un poco a medias, y durante los diez años que duró nuestro matrimonio, yo amándote  locamente, y tú dejándote llevar, creo que inconscientemente esperabas a que llegara tu momento, el mío llegó contigo, pero el tuyo tuvo que aguardar un tiempo más, y  por fin lo encontraste, o te encontró a ti, quién sabe…
Intento comprender que tú no eres el culpable de mi desdicha, por supuesto no te censuro, tú también tenías derecho a vivir tu locura, tu desenfreno, tu delirio de amor. Yo te llevaba ventaja, fui, ¡quizás! demasiado egoísta atrapándote con mi tela protectora del cariño, de la ternura infinita, te ofrecí mi complicidad sin condiciones. Y ahora, de repente estoy sola, vacía, y sufro tu ausencia, mi querido amante, mi querido amigo, mi querido esposo.  
Ahora he recordado el día que te vi cuando paseaba por la playa, caminaba sola pero con tus recuerdos, esos en  los que siempre estás tú, que aún sigues llenándolo todo en mí, y sigues formando parte de esta cabeza loca que vibra cuando recuerda el roce de tus ardientes labios, del olor de tu cuerpo, la suavidad de tu piel, tu voz envolvente, y esa mirada, que siempre me embelesaba, penetrando en lo más hondo de  mis entrañas, acaparándolo todo, adueñándose de mí, y yo flotaba a tu lado. Esos recuerdos martillean mi cabeza, pero a la vez me acompañan, ¡te quiero tanto!, que aún soy feliz, y me estremezco tan solo imaginándomelos.
Pero al verte, la congoja acudió a mi garganta sin poder evitarlo, y dos lágrimas brotaron de mis ojos sin mi consentimiento, resbalando por mis mejillas, pero el viento se encargó de borrarlas con un soplo de aire caliente, aunque ellas tan solo se habían apiadado de mí, y de algún modo intentaban desalojar de mi mente parte del dolor.
De lejos pude divisar como estabas acariciando la piel de una mujer preciosa, joven, perfecta,  justo la que te  correspondía, a la que estabas entregando tu vida, de la misma manera que yo hice contigo, con el mismo ardor, la misma pasión; ahora era ella la que disfrutaba de tus atenciones, y se te veía  feliz, radiante,  yo  te  observaba, medio camuflada, con el pelo recogido y una enorme pamela que me ocultaba la cara, nunca me hubieras reconocido; aunque eso era fácil estabas demasiado entregado para advertirlo.
Mi mirada recorrió tu cuerpo tan perfecto, tan sensual, ese que me sigue volviendo loca, con el que sueño, al que añoro.  Ella se dejaba masajear,  pero era yo la que sentía tus manos en mi piel, recordando cuando tus manos se hundían en mi cuerpo, y luego yo salía victoriosa, liberada, con unas ganas renovadas por emprender contigo ese viaje al paraíso al que lograbas llevarme.
Pero de repente el chapoteo de unos niños en la orilla me hizo volver a la realidad, volver de ese letargo en el que estaba inmersa, y me sentí  mal, desconsolada, triste,  y de nuevo recuperé velozmente el paso huyendo del lugar, huyendo de ti….
Y los días han pasado, y los años también, hoy son tantos que ni me acuerdo, ya no llevo la cuenta; hoy que la melancolía se ha levantado conmigo, como de costumbre, ella que me acompaña diariamente desde que te fuiste, mi fiel compañera, parece que hoy ha querido abandonarme, una llamada de teléfono se ha interpuesto entre las dos,
-¡Hola!, quería verte.
El temblor de nuevo se apoderó de mí, ¡Eras tú!, y te respondí con un ¡Sí! rotundo, seguro, inquebrantable y nos hemos visto, tu mirada tenía otra luz y tu voz era dulce y apasionada, querías disculparte, explicarme, pedirme perdón. No podías vivir sin mí, aunque lo intentaste, pero yo callé tu voz con mis labios, y tu piel ha rozado la mía y yo me he dejado llevar por tus caricias que me han hecho vibrar, elevarme, fundirme en ti, esta vez no ha sido un sueño, esta vez era real;  ¡Tantos años soñando contigo!
Sé que la decepción no ha sido la que te devuelto a mis brazos, tenías que vivir tu vida, esa que yo con mi amor acaparé sin darte opciones. Sé que has tenido otros amores y que te han querido, casi tanto como yo, pero que para ti no han significado nada.
Y hoy ¡por fin!, nos hemos encontrado en el mismo punto, en las mismas condiciones, hoy el amor nos corresponde a los dos por entero, hoy los dos nos hemos hundidos en esos abismos inconfesables del  amor, y hemos salido victoriosos, liberados pero con unas ganas renovadas por emprender de nuevo la aventura.
Hoy por fin la entrega ha sido mutua de igual a igual, de amor con amor, de pasión con pasión. Hoy al fin somos dos enamorados, y yo lo acepto porque ahora tu si me amas, lo sé,  jamás me mentiste aunque te dejaras llevar, y el perderte fue lo mejor que nos pudo ocurrir, porque entonces  descubriste que era a mí a la que buscabas, sólo a mí... 


No hay comentarios:

Publicar un comentario